jueves, agosto 17

LA ORGANIZACION POPULAR

LA ORGANIZACIÓN POPULAR.
REFORMA.
Lorenzo Meyer.
Los ríos subterráneos.La batalla electoral pone a las capas populares a organizarse políticamentepara influir en la agenda nacional. Si el movimiento de López Obrador no sedescarrila, podría ser un peligro para la derecha.Un momento raro.No son frecuentes los tiempos en que las clases subordinadas, o al menos unaparte significativa de ellas, se muestren capaces de intentar una actividadpolítica de largo plazo por su cuenta y riesgo. Posiblemente lo mássignificativo de la elección del pasado 2 de julio en México termine por ser-y ésta es una mera conjetura, una hipótesis de trabajo- no el resultadomismo de la votación, ni lo que haga o deje de hacer al respecto el aparatoinstitucional relacionado con ese tema, sino que el proceso se hayaconvertido, sin que nadie realmente lo previera, en el detonador de unmovimiento social y político de naturaleza popular y masiva, que lo mismopuede resultar efímero que consolidarse y cambiar la naturaleza misma de lapolítica mexicana en los años por venir.Y es que ese movimiento, si finalmente se sostiene, puede empujar hacia lasuperficie a un viejo río de energía colectiva -hoy mezcla complicada de muyañejos resentimientos y reclamos de clase, de una recién adquiridaconciencia del potencial político de los siempre marginados más la vagaesperanza de un futuro mejor- que normalmente no se manifiesta pues correpor un cauce subterráneo, por concavidades producto de siglos de cultura dela subordinación, la explotación, la discriminación y la represión.La última vez que ese río emergió a la superficie política de México fuedurante el cardenismo. En cualquier caso, su correr por el exterior dejóhuella clara pero breve, pues el liderazgo autoritario del PRI lo volvió asu antiguo cauce en el subsuelo social y cultural mexicano.En 1994, en Chiapas, el neozapatismo intentó sacar a la luz del día ese ríosubterráneo pero finalmente no fue el caso. Inesperadamente, las eleccionesdel 2006 -la crisis postelectoral- parecieran tener el potencial de volver ala superficie lo que por muchos años ha estado escondido.En cualquier sociedad, la acción política normal pareciera ser, ygeneralmente lo es, un asunto que sólo concierne a las élites. Las más delas veces, las mayorías parecieran ser -y de hecho son- meros objetos defuerzas cuya naturaleza real esas mayorías ignoran.Incluso cuando la ciudadanía acude a las urnas, su capacidad para actuar enfunción de sus propios intereses es limitada pues las condiciones en quevota son moldeadas por las acciones e intereses de las minorías.Lo que está ocurriendo hoy en México no puede caracterizarse como "políticanormal". Un sector de las capas populares que, sin ser mayoría, es muynumeroso, se ha politizado muy rápidamente, se resiste a volver a lasmárgenes del sistema de poder y está desafiando, pacífica peroconsistentemente, un orden que todos los indicadores disponibles dedistribución del ingreso, de desarrollo humano y el propio sentido común,muestran que redunda en un beneficio exagerado e ilegítimo de los pocos endetrimento de los muchos.El momento del quiebre.Es posible que la energía política de las otrora llamadas "clasespeligrosas" y hoy "populares", no hubiera emergido a la superficie si lacampaña electoral se hubiera conducido de una forma menos dura y parcial.Claro que sin esa parcialidad, es posible que el 2 de julio la derecha nisiquiera hubiera tenido la pequeña ventaja de medio por ciento quefinalmente alega haber tenido.La campaña electoral real duró años y nunca se llevó a cabo en condicionesde equidad. Se desarrolló en un terreno donde el Presidente y otros actoresimpidieron el "juego limpio".Para empezar, en el 2003, las dos fuerzas dominantes en el Congreso federal-el PRI y el PAN- decidieron dar forma a una directiva del Instituto FederalElectoral (IFE) "a modo". En efecto, de los nueve consejeros encargados dedirigir a la institución, cuatro lo fueron a propuesta del PAN y cinco delPRI, incluido el consejero presidente.Poco importó a los diseñadores de ese consejo -entre ellos y notablemente,Elba Esther Gordillo- la marginación del PRD de ese proceso, tampoco importóque la experiencia en materia electoral de algunos consejeros fuera nula,que su cercanía con las cúpulas de los partidos que les propusieron fueramucha e, incluso, que uno de ellos simplemente no tuviera el gradouniversitario exigido por la ley.Pero más que la naturaleza de la directiva de la institución electoral, fuela naturaleza de la acción de la Presidencia de la República, la que hizodel terreno electoral del 2006 un campo impropio para una lucha cívica dondepudiera prevalecer el espíritu de tolerancia, de respeto por el otro y denegociación.El primer paso fue echar a andar, desde "Los Pinos", el insensato proyectode hacer de la esposa del Presidente la candidata presidencial "natural". Laidea de una Eva Perón mexicana requería eliminar al único rival desdeentonces muy peligroso: el jefe de Gobierno del Distrito Federal, AndrésManuel López Obrador (AMLO).Fue así que la Presidencia puso en marcha, con el apoyo de los dos mismospartidos que habían dado forma a un IFE bajo sospecha, un plan que debíaconcluir en la neutralización de la candidatura de AMLO vía su desafueropor, supuestamente, no haber cumplido con la orden de un juez para detener atiempo la apertura de una calle en la capital.La resistencia popular a este empeño por decidir la elección antes de llegara las urnas fue el anticipo del actual movimiento social.El broche de oro.En una reunión académica posterior al 2 de julio, un panista explicó que supartido había decidido usar la campaña electoral para subrayar susdiferencias con la izquierda. Ahora bien, según él, una vez terminada lacampaña -y asegurado la victoria- todo debía dar un giro de 180 grados,dejar de lado las diferencias y buscar puntos de acuerdo y retornar a lanormalidad.En la realidad, la estrategia panista de "subrayar diferencias" significóelaborar una campaña de medios para crear una atmósfera de miedo ydescalificar a la izquierda sustentando un diagnóstico falso pero eficaz:AMLO era, ni más ni menos, que el equivalente mexicano de Hugo Chávez, elpresidente de Venezuela, para concluir que por eso era un "peligro paraMéxico".Esa decisión del PAN cercenó, implícitamente, a casi 15 millones demexicanos del "proyecto nacional panista".El evidente esfuerzo de la derecha, llevado a cabo desde dentro y fuera delgobierno, por cerrar la posibilidad de una alternancia derecha-izquierda quepor un buen tiempo prefiguraron las encuestas, ha terminado por llevar a esaizquierda a recelar del camino electoral y a empujarla a organizarse ya noen función de las urnas, sino de una confrontación abierta, sistemática,permanente, con la derecha.Así, la supuesta conclusión de un "proceso electoral ejemplar" hadesembocado en una izquierda con base social pero recelosa del entramadoinstitucional y que prefiere apostar por la movilización social como elmejor camino para hacer realidad el programa delineado por AMLO el domingo13 de agosto: combate a la pobreza, a la "monstruosa" desigualdad, a lacorrupción, a la forma en que se ha usado a los medios y las institucionesy, finalmente, impedir la privatización de los recursos nacionales (petróleoy electricidad).El futuro.En nuestra recién nacida democracia política, se suponía que las masas sólointervendrían en política cuando el calendario electoral lo autorizara. Encontraste, la derecha, podía seguir haciéndolo de manera cotidiana vía elcontrol del gobierno, el manejo del mensaje que dan los grandes medios deinformación, la acción de los cabilderos profesionales, de las cámarasempresariales, etcétera.Si el proyecto encabezado por AMLO no se descarrila, la energía de las"clases perdedoras" que la frustración electoral ha impulsado hacia laorganización y la acción política, podría dejar de ser el río subterráneoque hasta hoy ha sido y empezar a influir cuando y donde se considereapropiado, en la conformación de la agenda nacional, sin estar yarestringida sólo al tiempo de las urnas.Este movimiento, si bien no es un "peligro para México", sí podría serlopara el México de la derecha.En fin, posiblemente el PAN supuso que el tiempo de los "contrastes" durosabarcaría sólo el tiempo de la campañas. Sin embargo, la izquierda estáaprendiendo de sus adversarios y ha diseñando su propia política de"contraste" duro, con la diferencia de que esta vez se trataría de uncontraste permanente.En fin, la izquierda puede llegar a tener masas entusiasmadas con la idea dellevar la democracia del plano meramente electoral -la "República simulada"-al social, situación que no se había dado desde ese lejano tiempo en quenació el PAN, justo como reacción a la política de masas del cardenismo.

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