jueves, mayo 3

La realidad del campo progresista dominicano y la tendencia al cambio en Latinoamérica
Radhamés Pérez
Argenpress
Las enseñanzas de la Revolución Constitucionalista de Abril de 1965, son múltiples e imperecederas.

Abril demostró el arraigado y extendido sentimiento patriótico del pueblo dominicano de entonces.

Reafirmó una ancestral e histórica conducta del dominicano a unirse ante la agresión a la Patria por parte de poderes externos, defensa que resultaba fundamental, sobre todo, para la preservación de nuestros derechos soberanos e integridad territorial.

Guiado por esa conducta unitaria, en Abril del '65 se hermanaron militares, policías y civiles, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, tras el propósito supremo de defender y preservar la nación. Se construyó la unidad en el fragor mismo de la lucha, sin suprimir la individualidad política, ideológica y orgánica que muchos representaban.

Aunque un hecho propiamente nacional, la Revolución de Abril alcanzó connotación internacional. De ahí, la oleada de solidaridad mundial que concitó esa pequeñísima nación del Caribe al enfrentar, mediante el supremo recurso de la lucha armada, al más poderoso imperio contemporáneo.

Más aun. Equiparable, en el marco interno, a la gesta que posibilitó el establecimiento del Estado Nacional, en febrero del 1844, y a la que restauró la nación conculcada, en agosto del 1865, la Revolución de Abril se constituyó en uno de los mas importantes acontecimientos político-militares ocurridos en Latinoamérica durante la extraordinaria e irrepetible década de los años 60's.

Consciente Estados Unidos, tal vez mas que los propios protagonistas de Abril, que en el Santo Domingo Insurrecto del '65 caminaba la esperanza redentora y libertaria inaugurada, el 1ero de Enero de 1959 en Cuba, por el Movimiento Guerrillero 26 de Julio, este, el imperio, decidió ahogar en sangre el mas bello y masivo empeño democrático de nuestro pueblo, invadiendo el suelo patrio el 28 de abril con más de 40,000 marines portadores de la muerte y de la infamia.

De esta manera, EEUU resultaría un factor fundamental en la derrota de este esfuerzo patriótico y popular por restablecer el gobierno que legal y legítimamente se habían dado los dominicanos en las elecciones generales del 20 de diciembre del 1962 y que resultara derrocado, mediante una asonada militar patrocinada por Estados Unidos, el 24 de septiembre del 1963. Nos referimos, al gobierno del profesor Juan Bosch y del Partido Revolucionario Dominicano.

Así, al gobierno de Estados Unidos, encabezado por Lindon B. Jhonson, y a las elites del empresariado nacional, de las fuerzas armadas y la iglesia católica, por siempre les cubrirá la deshonra de haber truncada el hermoso ensayo democrático iniciado con la elección de Bosch y por haber hecho posible una ocupación militar que, además, de las miles de vidas perdidas y las miles de personas heridas, creó la base para el establecimiento de un régimen dictatorial, el de Joaquín Balaguer, que no solo fue la negación violenta de los principios básicos de libertad y democracia, sino que a la vez permitió el saqueo indiscriminado de nuestros recursos naturales por parte de los monopolios estadounidenses y la explotación intensa de nuestra mano de obra.

En la conjugación de estos factores de naturalezas políticas, económicas y sociales, inscrito en una coordenada mundial dominada por una pugna de grandes potencias por controlar mercados y ampliar esferas de influencias políticas, encontraremos la causa primaria del masivo proceso emigratorio que ha conocido la sociedad dominicana y que ha llevado a mas de un 10 % de nuestra población nacional a dispersase alrededor del mundo, mayormente en los Estados Unidos.

Al margen de los trágicos resultados internos de este extraordinario acontecimiento que no puede ni debemos permitir que muera en el tiempo, su ejemplo ayudaría a definir conductas y acciones futuras de grupos de militares y civiles que en otras naciones pugnaban por un reordenamiento de sus sociedades a partir de los intereses nacionales, lo que presuponía una ruptura con el control y el poder de las viejas oligarquías y el imperio del Norte.

Ese empeño heroico y trágico de nuestro pueblo por hacer real, funcional y participativa la democracia; por hacer renacer la libertad; por convertir en norma colectiva el patriotismo y por hacer eterna la soberanía, la independencia y la dignidad nacional, se reencuentra, en las condiciones continentales de hoy, en el empeño cívico-militar bolivariano que transforma a Venezuela y estremece al mundo, y en la lucha por la preservación de su identidad, por su ciudadanía plena y el bienestar por parte de nuestros pueblos originarios que tiene en la victoria de Evo Morales, en Bolivia, su muestra mas contundente y esperanzadora.

Se reencuentra, también, en la porfía de la mayoría ciudadana en Brasil, Ecuador y Argentina, para limitarnos a solo algunos de muchos otros estimulantes ejemplos, por sepultar para siempre el odioso dominio de una corrupta partidocracia; por democratizar de verdad a estos países y revalidar el compromiso social del estado, sobre todo hacia los sectores mas desprotegidos, y en un marco progresivo de ruptura con poderes externos, conducir a nuestras naciones por una inequívoca senda de soberanía e independencia plenas.

Así como el nuestro fue un acontecimiento único y respondió a las condiciones particulares de la República Dominicana de entonces, el cambio que se da hoy en otras naciones latinoamericanas si bien puede influir en el curso interno de nuestro país, no lo determina. Y esto por una razón elemental de las ciencias políticas: los acontecimientos nacionales están normados, en primera instancia, por las condiciones económicas, políticas, sociales, culturales e históricas del país de que se trate, siendo, el factor externo, uno de naturaleza secundaria.

Quienes pretendan construir la esperanza mediante un proceso integral de refundación de la nación dominicana, solo a partir de la voluntad y la subjetividad que generan victorias alcanzadas por fuerzas progresistas en otras realidades nacionales, irremediablemente marcharán a la reedición de formulas fracasadas. Las copias anulan la capacidad de pensar y actuar con independencia.

Tenemos que tener conciencia que la realidad del movimiento progresista, de izquierda y revolucionario dominicano de la actualidad, no es la del '63 y el del '65. Tampoco se asemeja a ninguna de las realidades nacionales mencionadas, donde esta corriente ha logrados éxitos trascendentales propios de opciones de poder.

Sabemos, como alguien dijo, que lo correcto no siempre es popular, aun así hay que señalar, aunque duela, que muchas veces hablamos de la crisis del partidismo tradicional, expresado en los partidos de la Liberación Dominicana, Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, sin comprender que esta crisis no se asemeja a la crisis del partidismo que se registró, por ejemplo, en Venezuela, Argentina y Ecuador.

Es mas, tenemos que admitir que la crisis nuestra, la de litoral de izquierda, es mucho mas grave que la crisis de la tradición partidaria dominante y sus socios menores. Aun en crisis, ellos están en el poder sin peligro alguno y la crisis real de dominación se da, ya lo sabemos, cuando los que están arriba no dan mas y los que están abajo no resisten ni la representación ni la conducción de los que tienen el control del Estado.

Peor aun. Mientras esa derecha que catalogamos en crisis, constantemente acumula más del 90% de la votación en cada proceso electoral y además muestra capacidad para unirse, por lo menos su parte mas significativa, cuando sus interese de clases lo reclama, por el contrario el campo progresista no solo prosigue disgregado, sino que usualmente carece de capacidad para aproximarse a su propia realidad y actuar a partir de los intereses que propaga representar.

Por demás, el acumulado histórico legado por la Revolución de Abril, que se expresó en una sólida conciencia política democrática que permeó a una amplia franja ciudadana; en fuerzas revolucionarias organizadas y en un diverso y combativo movimiento social, particularmente en los ámbitos de la cultural y el estudiantado, progresivamente lo fuimos perdiendo, al extremo de que hoy es muy poco lo que podemos exhibir, a no ser la dignidad de algunas de nuestras figuras históricas y la porfía de pequeños segmentos de continuadores.

Claro, nada es casual. La perdida de este acumulado encuentra dos razones fundamentales en el proyecto contrainsurgente diseñado por los organismos de inteligencia de EEUU y ejecutado por los gobiernos represivos que encabezó Balaguer y en los graves errores cometidos por nuestra izquierda, los cuales se expresaron, entre otras variables, en no comprender la magnitud de la derrota sufrida en el '65 y en carecer de capacidad para tender puentes de entendimiento y unidad entre sus direcciones y organizaciones mas representativas.

Conocer la enfermedad es el primer paso para superarla. De ahí lo hasta aquí expuesto.

Necesitamos ahora construir alternativas superadoras de nuestra marginalidad, para lo cual hay que sacar lecciones del pasado y evitar caminos ya trillados que solo conducen a nuevos fracasos.

El poder de la tradición dominante y la magnitud de los desafíos que enfrenta una sociedad en crisis como la dominicana, reclama de una oferta de nación justa y realista y de una orientación política unitaria que se construya en el día a día y que vaya más allá de un litoral ideológico.

En nuestra visión, si bien hay que estimular toda acción unitaria de lo orgánicamente existente como izquierda, este nivel de unidad resulta insuficiente para desafiar con posibilidades de éxitos las elites dominantes y construir el necesario cambio social en nuestro país.

Aspiramos, desde Nueva patria, a la más amplia unidad de los sectores afectados por el modelo económico prevaleciente, por la naturaleza excluyente de la sociedad y por las consecuencias negativas que tiene para la mayoría poblacional el carácter corrupto e injusto del régimen actual.

Esa unidad de lo que denominamos el litoral progresista tiene que expresarse, para que camine, en todos los ámbitos del quehacer ciudadano, sobre todo en la lucha política y económica.

Como proceso, la unidad a que aspiramos tiene que construirse libre de manipulación y de utilitarismo, sin prisa pero sin pausa y conectada a una precisa estrategia que tengo como centro la lucha por el poder político de la nación.

La actual coyuntura resulta crucial para el rea-posicionamiento de nuestra corriente. En este periodo se incrementa el número de quienes se sienten hastiados del partidismo existente, de la forma y el propósito con que se hace política. Una coyuntura que pasa por un proceso electoral del cual no podemos ni debemos desvincularnos y en el cual, además de intervenir, tenemos que hacerlo con una candidatura y una oferta programática comunes.

Este momento requiere de inteligencia y desprendimiento por parte de los diversos componentes del movimiento progresista. Necesitamos de una candidatura que vaya más allá de lo comúnmente denominado izquierda y que ayude a acelerar el proceso de acumulación de fuerzas, a incrementar el peso político-electoral de nuestro litoral y a lesionar la columna vertebral de la tradición partidaria dominante.

Abrir una brecha en la conciencia ciudadana durante coyuntura electoral que ha de concluir el 16 de mayo del 2008, resulta fundamental para la creación futura de un nuevo referente político progresista y unitario que contrapese el poder del PLD, PRD y PRSC.

Cada periodo histórico impone una forma de recordar y rendir tributo a los héroes y heroínas de la Patria. En esta no hay dudas, que la manera mas idónea lo constituye la perseverancia en la lucha y en la articulación real de la unidad de todos los sectores que de verdad les duela la patria legada por Duarte, Luperón, Manolo, Minerva y Caamaño.

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