miércoles, julio 4

Oaxaca, Oax.– Después de la batalla, de la entrada de la Policía Federal Preventiva, del operativo limpieza para recuperar calles y plazas, llegará en Oaxaca el momento de evaluar los daños y las pérdidas. Los saldos de más de cuatro meses de movilización popular y confrontación entre el gobierno de Ulises Ruiz y los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.
Y habrá quien ponga el acento en las millonarias pérdidas económicas y materiales; en las decenas de camiones incendiados; en el costo político que ha significado para el gobierno de Vicente Fox; o en el pago de las facturas pendientes que empezarán a quererse cobrar.
Pero nada, nada más importante que ello serán, cuando tenga que enfrentarse el saldo de los caídos, las personas cuyas vidas les fueron arrebatadas por la violencia absurda de un conflicto que nunca debió ser.
Y ahí, a la hora de pasar la lista de los asesinados, de los muertos, de los caídos, nadie más que un hombre podrá rubricar con su firma esos asesinatos: Ulises Ruiz, gobernador de Oaxaca. Porque esos muertos le pertenecen, se quede o no –como es previsible– en ese Palacio de Gobierno.
Estos son algunos de ellos:

Por Beatriz del Castillo
ENVIADA

NOMBRE: JOSÉ JIMÉNEZ COLMENARES
OCUPACIÓN: MECÁNICO
DÍA DE LA MUERTE: 11 DE AGOSTO

Tres estampas retratan a la perfección a José Jiménez Colmenares:
1.– Cuando acordó con su esposa, Florina Jiménez, que colocarían la lavadora en su taller mecánico, a un lado de la casa que habitaban, para que pudieran acompañarse mientras él trabajaba.
2.– Cuando por las mañanas, una vez que su mujer partía a dar clases a la escuela, despertaba a besos a Atenea, su hija de cuatro años de edad, y luego le hacía “casita” con las sábanas para que el frío no la tocara mientras la vestía con su uniforme. Luego, le daba de desayunar, la envolvía en su edredón para subirla al carro y la llevaba a la guardería.
3.– Cuando recibió en su casa la llamada telefónica de Florina, comentándole que un grupo de mujeres, entre las que estaba ella, había tomado las instalaciones del canal 9. Sus dos hijos mayores, Gerson y Ashanty, fueron testigos del orgullo que sentía su padre por la valentía de su esposa. Tomó a sus hijos y compró tortas para llevar a las que llamó las “las heroínas del día”.
Ese era José Jiménez Colmenares, un hombre de familia, a quien le agradaba gastar las horas platicando con su familia y que andaba a la busca de cualquier oportunidad para animarlos y hacerlos reír.
“Era mi brazo derecho, me acompañaba a los plantones, me daba fuerza y ánimo. Durante mucho tiempo intentó quitarme el miedo a las alturas; se reía mucho cuando yo decía que el desalojo del 14 de junio logró lo que él no pudo, porque después del gas lacrimógeno, muchas cosas dejaron de darme miedo”, narra Florina.
Mientras retrata al hombre con quien estuvo casada 12 años, la sonrisa regresa, pero poco dura. Las lágrimas asoman. Así son los días de Florina. Algunos de ellos se siente fuerte, otros tiene el mundo encima de ella y piensa que no podrá.
Ashanty, la hija mayor del matrimonio, no quiere volver al mar. “No quiere volver porque ella no sabe nadar bien y José era el que la animaba y la cuidaba en el agua y ahora mi hija me pregunta ‘¿quién me va a sostener?”
El día en que murió José todo fue extraño. “Salí temprano de la escuela y en el camión venía pensando que tenía muchos días que no cocinaba en forma para mi esposo. Cuando llegué, estaba dormido, durmió mucho rato. Se levantó y salió al taller. Siempre me avisaba dónde iba, pero en esa ocasión no. Cuando regresó, me enojé y le reclamé. Se tardó mucho en vestirse y en comer. No sé, tal vez no quería ir a la marcha”.
El día anterior José le pidió a su esposa que ya no participara tanto en el movimiento, pues temía que les pasara algo y sus hijos se quedaran solos. “Yo le dije que era importante participar en la marcha para demostrar que somos muchos y él me dio la razón”.
La pareja acudió a la marcha pacifica que la Asamblea Popular organizó para exigir la liberación de los presos políticos. “José venía bromeando con uno de mis compañeros y conmigo. Así lo vi por última vez”. Minutos después, desde el segundo piso de una bodega dispararon contra los manifestantes.
Los nueve impactos de bala que reportó el forense borraron no sólo la vida de José. Mataron la sonrisa de Florina, Atenea, Gerson y Ashanty, que hoy esperan la llegada de un diciembre distinto a los demás.

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