miércoles, septiembre 6

HISTORIA Y REVOLUCION EN MEXICO


Historia y Revolución en México: Las confluencias de hoy, a la luz de una interpretación de nuestra historia.
J. Arriaga
La Revolución Mexicana, como conflicto armado estalló hasta noviembre de 1910, pero se fue gestando tanto en las condiciones de injusticia y desigualdad que caracterizaron al porfiriato, como en las disputas por el poder político y las luchas entre sectores liberales y conservadores heredadas del siglo XIX. Las luchas sociales en México a partir de 1910 no representaron un movimiento único, ni con un solo interés definido ni una sola dirección. Lo que llamamos Revolución Mexicana fue un movimiento popular plural, con fuertes motivaciones locales, por regiones o estados. Pero la unidad de estos intereses plurales tuvo al menos dos momentos importantes: la lucha contra el régimen de Díaz y, después el combate al golpe de estado de Victoriano Huerta. La confluencia de estos movimientos y sectores sociales no los hacía, necesariamente, estar bien articulados o coordinados de antemano. La articulación se fue dando en las circunstancias concretas y coyunturales, sin dejar de reconocer por ello, los conflictos de intereses y las diferencias ideológicas y programáticas.
En el norte la lucha estaba motivada por el derecho a la pequeña propiedad, la modernización de los sectores productivos del país y la transformación del sistema político; las fuerzas del norte estaban integradas, predominantemente, por las clases medias urbanas y rurales, además de líderes políticos en oposición a la última reelección de Díaz; contaban con ejércitos bien organizados y bien armados.
Las fuerzas revolucionarias del sur eran principalmente campesinas e indígenas sin tierra; su lucha no era sólo contra la dictadura, sino que tenía raíces más profundas. La lucha por la tierra era una constante desde las resistencias indígenas contra los conquistadores españoles, teniendo capítulos memorables durante la Colonia y los gobiernos liberales. El Ejército Liberador del Sur, comandado por Emiliano Zapata, más que la búsqueda del poder, tenía como meta la restitución de la justicia social, recuperando las tierras de las comunidades que habían sido invadidas por las grandes haciendas de la época. Es evidente que la revolución profunda era impulsada por el sur, pero a partir de 1917, el proyecto del norte fue imponiéndose y conteniendo las demandas campesinas, no sin antes haber logrado, en cierto grado, una transformación política (al desplazar al viejo grupo en el poder).
¿Qué tan exitosa fue la confluencia entre los distintos sectores progresistas del México revolucionario? ¿No apoyar ni contribuir para la caída del régimen corrupto y opresor era una opción ética, política y programática para el Ejército Liberador del Sur y su proyecto? A pesar de las diferencias de fondo entre las clases medias, los obreros, campesinos, intelectuales y grupos políticos de la época ¿Fue legítima y valiosa su confluencia en el inicio de un proceso de transformaciones políticas y sociales?
Considero que la Revolución Mexicana es un claro ejemplo de cómo los sujetos sociales nos vamos colocando frente a las circunstancias, más allá de la teoría política o de “las leyes” de la historia. Más que plantearse los grandes temas sobre “el colaboracionismo de clases”, las teorías sobre las revoluciones burguesas, etc., en 1910 había que optar como sujetos sociales concientes de las circunstancias del momento: desde la indignación, desde el corazón, desde el instinto de organización. No participar implicaba fortalecer al régimen y con ello, asegurar las condiciones óptimas para la represión de los sectores en rebeldía y la continuidad del sistema de explotación y dominación.
Las circunstancias actuales también obligan a optar y tener claras cuales son esas opciones y cómo generar alternativas más viables. El proceso electoral del 2006 nos heredó un diagnóstico inequívoco del grado de descomposición del régimen y sus instituciones, así como la imposición de un gobierno antipopular e ilegítimo, promotor del continuismo conservador. Es cierto que la Convención Nacional Democrática no es el resultado de un proceso horizontal de consulta, participación y construcción popular, pero puede serlo, dependiendo de cómo aprovechemos esta coyuntura para encausar nuestras diferentes demandas y proyectos en pro de una mínima plataforma común de lucha en la que nos reconozcamos, al menos temporalmente y con objetivos concretos e inaplazables.
La diversidad en nuestros planteamientos y formas de lucha, debe ser eso, diversidad y no desarticulación y distanciamiento. No podemos permitir que tanta indignación se reduzca a un activo capitalizado por la derecha.
Las guerras por la historia no se ganan de una vez y para siempre. Es cierto que la revolución de 1910 no resolvió los grandes problemas de este país, menos aún los de campesinos, obreros y comunidades indígenas, pero también es cierto que esas luchas sembraron la semilla de las leyes e instituciones que permitieron momentos de mayor equidad y justicia, como el reparto agrario, la legislación laboral y las leyes e instituciones que nos dotaron de seguridad social, educación pública y soberanía nacional por algunas décadas. Podemos estar entre un mar de opciones de cómo participar y qué rumbo darle a nuestra participación, pero conscientes de que, el no participar no es un acto neutral, sino el fortalecimiento de la derecha y la profundización de su modelo.

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