Repunta la fiebre beisbolera en Cuba
La final de la liga causa singular fenómeno de masas; calles desiertas durante los juegos
La Habana, 26 de abril. Aunque hay distintas explicaciones, se extiende la opinión de que la final de la liga cubana de beisbol, que culminó el miércoles con el triunfo de Santiago de Cuba sobre el equipo Industriales de esta capital, es con mucho la que más interés y pasión ha levantado en años, para desbordar los márgenes deportivos y lanzar a la calle un singular fenómeno de masas.
"Esto ha sido una furia. Es el campeonato más interesante que ha tenido la pelota cubana", dice Bruno Martínez, agente de seguridad y protección del Ministerio de la Industria Básica (Minbas), nacido en La Habana y partidario de Industriales. "Yo sigo la pelota desde niño y nunca ha habido una final como esta. Todo el mundo ha salido a la calle".
Alexis Quiala, mayor retirado de las fuerzas armadas, de 50 años, veterano de Angola, de familia beisbolera por generaciones, originario del ingenio azucarero Guatemala, en el municipio Mayarí Abajo, provincia de Holguín, ahora empleado de un mercado en la capital, sostiene que el público se estremeció porque vio una final a la altura del Clásico Mundial, en el que Cuba fue subcampeón el año anterior. Su hermano Angel, agente de seguridad del Minbas, recuerda que Santiago es "el equipo insignia en oriente" y respaldarlo es un gesto espontáneo de los nacidos en esa región.
El novelista Leonardo Padura, aficionado de toda la vida, cree que entre los años sesenta y setenta ya había en Cuba un alto nivel de juego y expectación, pero la crisis de los noventa golpeó al beisbol, como a todo en Cuba, con la falta de transporte y electricidad, la emigración de peloteros y, sobre todo, los apremios económicos de la gente.
El autor de Neblina del ayer estima que esta fiebre beisbolera refleja, entre otros factores subjetivos aún por estudiar, menos presión en el nivel de vida que en la década anterior. La pelota regresa "como única diversión masiva y popular", a falta de otras alternativas de esos alcances. "No creo que haya sido una final de calidad deportiva", dice Padura. "La expectación tiene más que ver con lo contextual, lo histórico y lo ambiental".
Reynaldo Taladrid es comentarista de asuntos políticos en la televisión, pero en esta final volvió a su vertiente deportiva en una popular radioemisora de la capital. Apunta que el repunte de la afición es "uno de los primeros resultados" del plan oficial de impulsar el deporte tanto como el arte, la ciencia u otras ramas del conocimiento.
A los estadios llenos, propios de un país de honda tradición beisbolera, se sumó la venta de emblemas de los equipos en todas las formas, que invadieron las vidrieras de las tiendas, los parabrisas de los carros y el vestuario de la gente, en algunos casos con precios muy por encima del alcance de un salario promedio, como gorras al equivalente de 14 dólares y camisetas de 13 dólares. Todo se agotaba.
Los seis juegos finales se siguieron por televisión con rigurosa puntualidad. Fueron noches de calles desiertas. En La Habana y en Santiago hubo pantallas gigantes en parques públicos para ver los partidos. En la capital el tema se coló a los cocteles diplomáticos.
Hubo embajadores que fueron al Estadio Latinoamericano, igual que numerosos funcionarios, como el vicepresidente Carlos Lage, seguidor del equipo capitalino. Los veteranos notaron un notable aumento de público femenino en las gradas.
En el Parque Central del centro histórico de La Habana, decenas de aficionados debaten a diario el tópico beisbolero de turno. Pasado el mediodía de este jueves, partidarios de Santiago habían desbordado la asistencia regular, bailaban y bebían ron a pico de botella.
Los cuatro triunfos que dieron el campeonato al equipo fueron ruidosamente festejados en la capital, destino histórico de la emigración del oriente del país. Al menos en los barrios periféricos de Mantilla, Regla y La Lisa hubo tambores de conga santiaguera en las últimas noches.
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