Cientos de manifestantes denuncian belicismo y anulación de derechos democráticos en EU
Llamados en la ONU a la libertad, la paz, la democracia y medio ambiente
Cuba se retiró de la reunión plenaria cuando Bush acusó de “dictadura cruel” al gobierno de la isla
Demanda el secretario general Ban Ki Moon fortalecer la organización; necesario, un cambio, admite
Nueva York, 25 de septiembre. La delegación cubana abandonó la gran sala de la Asamblea General cuando el presidente George W. Bush calificó de “dictadura cruel” al gobierno de la isla, mientras afuera cientos de manifestantes denunciaron las políticas bélicas y la anulación de derechos democráticos del presidente estadunidense.
Y por supuesto continuó el gran debate en torno a la estrella de este show, el presidente Mahmud Ahmadinejad, pero la otra figura que el año pasado dominó este escenario y esta ciudad estará ausente: el presidente Hugo Chávez confirmó que no asistirá a la Asamblea General.
Por tanto, tal vez nadie entre los jefes de Estado presentes se atreverá comentar sobre el olor a azufre que tanto escándalo provocó por aquí hace un año, pero apenas hoy empiezan las intervenciones y aún puede haber sorpresas.
Ante temas como el cambio climático, la guerra que ha violado casi todos los rubros fundamentales de la Carta de la ONU y las Convenciones de Viena, el horror sin piedad de Darfur, la aplastante pobreza mundial, el sida y los problemas relacionados con esta larga lista de desastres humanos, los oradores ofrecieron discursos en nombre de la paz, la democracia, la libertad, los derechos humanos, el desarrollo y el medio ambiente.
Hoy, al arrancar el llamado “debate general” (lo cual tiene poco de debate y más bien es sólo el formato para que cada representante de los gobiernos miembros tomen su turno ante el podio), el secretario general Ban Ki Moon convocó a los gobiernos a fortalecer la organización y reconoció la necesidad de reformas al interior ya que “necesitamos un cambio climático interno en la ONU”.
El funcionario abordó los temas de Darfur, Líbano, Irak, Myanmar y dijo que la ONU tiene un papel en la negociación, mantenimiento y diálogo por la paz en cada uno de esos lugares, entre otros.
Bush llegó a la organización que llamó “irrelevante” antes de su invasión de Irak, y a la cual envió a un embajador, John Bolton, que se dedicó a descalificarla, para expresar su apoyo a una ONU “fuerte y vibrante”.
Lo sorprendente en contraste con sus últimas intervenciones aquí es que lo que ha sido su tema central –Irak– sólo fue mencionado una vez, e Irán tampoco figuró de manera prominente en un discurso que se enfocó en derechos humanos, al anunciar, en torno a esto, nuevas sanciones contra el gobierno represor de Myanmar, y denunciar a los de Zimbabwe y Sudán (y aquí la sola mención de Venezuela, al referirse a cómo el Consejo de Derechos Humanos de la ONU no ha sido más critico).
Afirmó que Naciones Unidas, junto con Estados Unidos, es fundamental para enfrentar los desafíos de la proliferación de armas de destrucción masiva, las epidemias, la seguridad energética y el cambio climático.
El debilitado mandatario –líder que goza de la aprobación de menos de un tercio de su pueblo y que está casi en su último año en el poder– elogió una vez más el mercado libre y el libre comercio como los mejores vehículos para ofrecer mayores oportunidades a los pueblos del mundo y reducir la pobreza.
Bush declaró que “en Cuba, el largo mando de un dictador cruel se está aproximando a su fin”. Así, continuó, “el pueblo cubano está listo para su libertad, y al ingresar ese país en un periodo de transición Naciones Unidas deben insistir sobre la libre expresión, libre asociación y, finalmente, elecciones libres y competitivas”.
La delegación cubana, encabezada por el canciller Felipe Pérez Roque, abandonó la sala y después dijo en un comunicado que esa decisión fue tomada “como una señal de rechazo profundo a la declaración arrogante y mediocre del presidente Bush”.
Afuera del edificio de la ONU, cientos de manifestantes repudiaron las políticas de Bush –varios fueron arrestados– coreando “vergüenza, vergüenza”.
Por otra parte, Amnistía Internacional declaró en un comunicado que “el compromiso del presidente con los derechos humanos llevaría mayor autoridad y credibilidad si el propio Estados Unidos no estuviera violando seriamente los derechos humanos en nombre de la ‘guerra contra el terror’”, y enumeró la prisión en Guantánamo, las desapariciones de sospechosos en cárceles secretas de la CIA y el empleo de tortura.
Pocas horas después –con intervalo de incesantes discursos de los jefes de Estado– le tocó el turno al presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad (y los estadunidenses se ausentaron de la sala).
En su intervención, se refirió una y otra vez a “ciertos poderes” –en obvia referencia a Estados Unidos y sus aliados– que violan “ampliamente los derechos humanos… especialmente aquellos que se presentan como los defensores exclusivos de los derechos humanos” y que promueven el terrorismo y la ocupación de otros países.
Habló de cómo estos poderes tienen prisiones secretas, secuestran personas, realizan juicios secretos e intervienen las telecomunicaciones personales. Denunció la ocupación de Irak, y cómo algunos “no tienen la valentía de declarar la derrota y retirarse”, y la ocupación del territorio palestino.
Estos poderes “no valoran a los pueblos y naciones, sólo lo que ellos quieren... Los derechos humanos, para ellos, son lo mismo que ganancias para sus empresas”, dijo el líder iraní. Se refirió también a la brecha entre pobres y ricos y cómo los poderes “sacrifican todo lo sublime en la vida” y usan el discurso de la “amenaza” para justificar sus intereses monopólicos.
En su discurso tocó además la santidad de la familia, la pureza de las mujeres, el mensaje de “los divinos profetas” y cómo “el amor, la belleza, la justicia y la vida digna de todos en el mundo” se dará con el “retorno del Salvador”, que será “el amanecer de la liberación de todo ser humano”.
Proclamó que se acerca el “ocaso de los tiempos de los imperios” en el mundo e insistió en que el camino al futuro es el “monoteísmo, la justicia y la compasión”
Así, “el debate” procedió con denuncias de desigualdad, injusticia, guerra y cambio climático, de cómo, en palabras del presidente sudafricano Thabo Mbeki, no hay soluciones a fondo de nada si el mundo y esta organización siguen en torno a “los que dominan y los dominados”.
Se criticó el silencio de ésta y otras organizaciones ante el terror desatado en Argentina durante la guerra sucia, que recordó el presidente Néstor Kirchner en su intervención, y se insistió en que la ONU asuma una voz más comprometida con sus principios, y cómo “la invasión de Irak, que rechazamos en su momento”, muestra que por vía de las armas no hay solución a los conflictos.
Ésta es una gran obra que de vez en cuando provoca esperanza pero, a pesar de algunos avances, parece estar destinada a desilusionar a su público mundial. A la vez, vale señalar que a pesar de su enorme burocracia, la ONU tampoco tiene el poder ni los recursos para abordar la agenda colectiva. “Su tamaño, comparado con los gobiernos, es modesto; todas las agencias de la ONU combinadas gastan lo mismo en un año que el Pentágono gasta en una semana”, dice el experto en la institución Jeffrey Laurenti, de la Century Foundation.
Mientras los jefes de Estado, cancilleres y otros se reúnen en grupos o en las llamadas “bilaterales” con sus contrapartes, y se busca negociar en lo oscurito –perdón, diplomáticamente– casi todos los problemas de la humanidad, ésta presta poca atención (tal vez sabe algo que sus líderes no) a toda esta intensa y muy seria actividad.
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