sábado, septiembre 1

Setenta y cinco años de rebeldía en EU

Activistas sociales de todo el país celebran el aniversario del Highlander Center

DAVID BROOKS (ENVIADO)

New Market, Tennessee, 31 de agosto. En las montañas del sureste, una de las regiones más pobres del país, un foco de rebeldía ha nutrido los grandes movimientos sociales de Estados Unidos durante 75 años: desde las grandes luchas laborales de los años treinta hasta el movimiento de derechos civiles de los cincuenta y sesenta; desde la defensa del medio ambiente y el altermundismo, hasta la actual batalla por los derechos de los inmigrantes y, como siempre, la expresión cultural popular (ahora en inglés y español).

Este fin de semana, cientos de personas llegaron a esta ciudad, procedentes de todo el país, para festejar el 75 aniversario del Highlander Research and Education Center y la herencia de su fundador, Myles Horton (1905-1990), considerado por algunos como uno de los educadores más influyentes de Estados Unidos.

Este lugar ha sido sede de sesiones de estrategia de movimientos en lucha, centro de educación popular, de investigaciones e intrigas, de cultura popular (desde el folk hasta el hip hop), y fuente de ideas subversivas para cambiar a Estados Unidos y, por tanto, al mundo, desde su inauguración en los montes Apalaches. Por aquí han pasado el reverendo Martin Luther King Jr., Rosa Parks, Eleanor Roosevelt, Woody Guthrie, Pete Seeger, Paulo Freire y hasta el inventor de Superbarrio, Marco Rascón (galardonado con el Premio Horton), y la cantante Eugenia León.

Aquí fue donde se capacitó a Rosa Parks, cuya acción de desobedecer la orden de sentarse en la parte trasera de un autobús público fue uno de los detonantes del histórico movimiento por los derechos civiles.

Aquí se tramaron huelgas históricas del sector textilero y minero del gran movimiento sindicalista industrial de los años treinta. Aquí fue donde músicos y artistas se encontraron, intercambiaron versos, historias y rescataron expresiones culturales de “abajo” que perduran hasta hoy. Aquí se hizo la versión moderna de We Shall Overcome, que ha sido uno de los himnos de los movimientos de resistencia (Bruce Springsteen incluyó la canción en su más reciente disco, Seeger Sessions).

Hubo intentos de clausurar este centro rebelde, cuyos trabajadores sufrieron amenazas y hasta golpizas. En 1957, el gobierno estatal de Georgia difundió un reporte especial sobre lo que llamó “una escuela comunista de capacitación” y alertó sobre las reuniones de los responsables de “todos los incidentes raciales recientes”.

Después de años de investigaciones del gobierno federal durante la era macartista, el gobierno estatal de Tennessee revocó la licencia institucional del centro y confiscó su terreno e instalaciones. Highlander reabrió sus actividades al día siguiente, cambiando un poco su nombre para operar en la ciudad de Knoxville. En 1972 le fue donado un amplio terreno en las faldas de una montaña, donde hoy continúa sus actividades.

Como uno de los pocos lugares donde blancos y negros (y ahora latinos) se reúnen para nutrir o armar complots del movimiento obrero o de derechos civiles, o el de “justicia ambiental” y el altermundismo, siempre ha sido considerado “peligroso”.

Ahora el centro realiza cursos de capacitación, talleres y foros para líderes sociales, sobre todo del sur de Estados Unidos.

Hoy se ofreció una muestra de este trabajo de educación popular, organización cultural, investigación participativa para la acción, el uso de los medios de comunicación por el cambio, capacitación multilingüe y estrategias sureñas del movimiento social.

Desde finales de los 90, en respuesta a los dramáticos cambios sociales y demográficos del sur, por primera vez en su historia el centro es ahora bilingüe. Gran cantidad de nuevos líderes sociales y comunitarios del sur son inmigrantes latinoamericanos, en gran medida mexicanos y centroamericanos.

Durante tres días, veteranos de las luchas regionales, nacionales e internacionales a las cuales ha contribuido Highlander llegaron para reunirse con las nuevas generaciones, que ahora continúan esas batallas.

Pam McMichael, la actual directora de Highlander, dijo en entrevista con La Jornada que el centro mantiene los mismos principios desde su fundación, “de cambiar el yo por el nosotros y promover el cambio por la justicia y los derechos civiles y humanos”.

Desde sus inicios, pero ahora cada vez más, también hay la conciencia de que este centro “busca contribuir a los cambios a escala mundial, y consideramos que lo más importante que podemos hacer para apoyar las luchas en el mundo es generar un fuerte movimiento social para cambiar las cosas aquí. Eso aportaría más a los movimientos por la justicia en el resto del mundo”.

Agregó: “después de 75 años, la lucha en Estados Unidos es la misma de siempre, entre los que tienen y los que nada tienen, y en este país eso se intercala con el asunto de raza y el racismo, y también con genero y sexualidad. Eso también se expresa en la política exterior de Estados Unidos”.

Y el mosaico de gente que llegó hasta aquí, dijo, expresa esa lucha, y sobre todo la presencia intergeneracional, multiétnica y multinacional que festeja este aniversario.

La idea fundamental del centro, describe su fundador Myles Horton en su autobiografía The Long Haul, es trabajar para la justicia confiando en la capacidad de la gente de gobernarse a sí misma y determinar su futuro. Horton desarrolló una pedagogía definida por un concepto de la democracia en su más amplio sentido. Horton y Paulo Freire, que visitó este lugar, compartieron visiones y sostuvieron un diálogo a lo largo de años.

Hacia el fin de su vida, Horton empezó a pensar que la prioridad era establecer relaciones desde abajo a escala trasnacional. “Creo que lo más importante que tengo que hacer ahora es un tipo de contribución a juntar los pueblos del tercer mundo, tanto internos y en el exterior, para que podamos enfrentar de alguna manera al sistema capitalista mundial… De todas maneras la gente debería buscar juntarse a escala mundial, no sólo para contractuar o abordar al gran empresariado, sino porque así debería ser el mundo”.

De hecho, el ejemplo de Highlander ha sido adaptado en varios países, pero no en Estados Unidos. Horton dice en su libro que “Highlander es una idea tercermundista. Ha funcionado en Appalachia y el sur (de Estados Unidos) porque tienen mucho en común con países del tercer mundo…”

Aquí, desde las montañas del sureste, brota la música y el baile, y las viejas y nuevas caras expresan el rostro y sonido de miles de luchas sociales en este país, que aunque fragmentadas siguen insistiendo en que “otro Estados Unidos es posible”.

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