Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Setenta y ocho días de bombardeo aéreo, que causaron entre 1.500 y 5.700 bajas civiles; una década de sanciones internacionales; un 20% de desempleo; una deuda de 12.200 millones de dólares – ocho años después de la “guerra humanitaria” de la OTAN, Kosovo sigue siendo el factor clave en la prolongada división de Serbia.
A breve distancia de la ajetreada zona de compras del centro de Belgrado, los cascarones de los cuarteles del ejército y de la policía siguen siendo el legado de la OTAN – agujeros abiertos donde solía haber oficinas, vacíos, con ventanas destrozadas, ladrillos desmenuzados y escombros. Los residentes esperan autobuses y conversan con amigos frente a fachadas otrora majestuosas; cada una de ellas ocupa toda una manzana. Aunque el gobierno serbio afirma que no tiene dinero para reparar los edificios – que todavía contienen munición sin estallar – estos sirven un propósito más abstracto, poderoso, en su actual estado. En lugar de inspirar arrepentimiento por su papel en las guerras yugoslavas, los edificios recuerdan a los serbios una guerra de agresión extranjera, la primera vez que una ciudad europea ha sido bombardeada desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque las aventuras balcánicas de la OTAN (y su dudosa justificación) han sido casi olvidadas en Occidente, los serbios no tienen tanta suerte.
Cuando surge el tema de Kosovo en la conversación, hasta los serbios más serenos muestran un cambio abrupto en su lenguaje corporal. Las consideraciones por las quejas de la población albana están ocultas en la retórica del orgullo herido. Nadie ha reconocido la violencia cometida contra los serbios, dicen, ciertamente no los tribunales en La Haya, no durante la “intervención” de la OTAN, o después de una serie de ataques albanos con motivos étnicos en Kosovo en marzo de 2004. Aunque se calcula que un 63% de los serbios nunca han visitado la provincia – un reflejo del número de kosovares que han estado en Serbia – la perspectiva de perder la provincia tiene menos que ver con tierras y todo con vindicación.
Desde los bombardeos de marzo a junio de 1999, aparentemente el único recurso de Clinton para eliminar una “política de limpieza étnica” serbia, la demografía de Kosovo ha cambiado. Después de un éxodo masivo de 120.000 serbios de la provincia, la población albana ahora excede en número a la de los serbios por 9 a 1. Las tropas de la Misión Interina de la ONU en Kosovo (UNMIK, por sus siglas en inglés), en tándem con la fuerza policial de la OTAN, KFOR, mantienen una virtual ocupación. Serbia y su aspirante a Estado, Kosovo, operan como dos entidades separadas – con sistemas tributarios separados y jurisdicción separada sobre escuelas, hospitales, etc. Belgrado gobierna a distancia. Los dos millones de habitantes de Kosovo no tuvieron la oportunidad de votar en el referendo de octubre pasado respecto a la nueva constitución de Serbia, que define a Kosovo en el preámbulo como “parte integral” de Serbia con “autonomía fundamental.” La prensa occidental condenó el documento por ser “antidemocrático,” pero no la exclusión de un 20% de los votantes con derecho a voto del país.
Después de un período de letargo diplomático, la provincia disidente vuelve a los titulares después del largamente esperado informe sobre la situación, del Enviado Especial de la ONU, Maarti Ahtisaari. La proposición, anunciada a comienzos de febrero, no menciona ni una vez la palabra “independencia.” Pero, al otorgar a Kosovo el derecho a “negociar y concluir acuerdos internacionales,” a postular a la calidad de miembro en la ONU y en la Organización Mundial de Comercio, a tener una bandera nacional que “refleje el carácter multiétnico de Kosovo” y a sus propios días festivos – incluso a su propio ejército – se implica básicamente la condición de Estado. La proposición trasferiría la autoridad en última instancia de la OTAN a un Representante Civil Internacional (representando a Bruselas), “nombrado por un Grupo Internacional de Dirección formado por las principales partes interesadas internacionales,” por un período de transición indeterminado.
El plan Ahtisaari refleja los Acuerdos de Dayton de 1995, proponiendo una “solución de dos Estados,” divididos étnicamente, que satisface a la comunidad internacionales, pero no a la gente de la región. Eludir el tema de la condición de Estado, mientras se habla de los dientes para afuera de los derechos culturales y religiosos serbios, la proposición es considerada por todas las partes como el primer paso hacia la independencia de Kosovo. Aunque la línea oficial es que respetarán la soberanía serbia, los políticos occidentales no niegan que la eventual condición de Estado es deseable, incluso inevitable.
Los albanos kosovares han indicado lo mismo en manifestaciones callejeras en las que dos albanos fueron muertos y varios heridos por la policía de la ONU el 10 de febrero, como en declaraciones hechas al Washington Times (publicadas por el periódico el 20 de febrero) por Ylber Hasa, miembro del equipo negociador de Kosovo en Viena: “El paquete incluye serios compromisos a favor de los serbios... de modo que si alguien trata de ganar tiempo, creo que nadie será el ganador. Sólo perderemos la posibilidad de una solución política.” “Si queréis ver una nueva guerra de los Balcanes, será el guión perfecto.”
No sorprende si el gobierno serbio trata el proceso de negociación con un desdén cáustico. Durante conversaciones en Viena durante febrero, los dirigentes serbios y albanos llegaron a un punto muerto previsible. En vista de las pocas probabilidades de un compromiso amistoso, el futuro de la provincia, basado en la proposición Ahtisaari, será decidido por el Consejo de Seguridad de la ONU. Por más que se considere que un veto ruso es una opción posible para contrarrestar el apoyo occidental para el plan, los serbios no basan todas sus opciones en un salvador extranjero. Es como si Kosovo, un campo histórico de batalla en la antigua lucha de Serbia contra los turcos, ya estuviera perdido. La negociación de un Estado particionado, de la obtención de un mejor acuerdo para los serbios kosovares restantes, y un arreglo financiero justo es vista por algunos políticos serbios como la única manera de salir con dignidad del desmembramiento.
Mientras USA trató de someter a Serbia mediante bombardeos, el enfoque europeo es más recatado. Seducidos por mejores relaciones comerciales, miles de puestos de trabajo y miles de millones de euros para el desarrollo económico, los eurócratas esperan que los serbios no se den cuenta cuando les venden los ojos respecto a Kosovo. Las negociaciones de Serbia previas al acceso [a la UE] se han estancado en los últimos meses por lo que Bruselas considera como falta de disposición a cooperar con el Tribunal Penal Internacional: es decir, extraditar a Ratko Mladic, el general en comando del Ejército Serbio Bosnio durante la masacre de Srebrenica. Pero esta busca de “justicia” parece haber quedado en segundo lugar en relación con la cooperación serbia respecto a Kosovo. Aunque la línea oficial de la UE es que Mladic sigue siendo una condición para la reanudación de las conversaciones el “problema Kosovo” ha llegado a ocupar el centro del escenario.
La estrategia de la Unión Europea para Kosovo está ligada a la vuelta al redil de Serbia, la única manera que puede garantizar el control sobre el voluble país balcánico. Para no ser aventajada por USA, la UE está utilizando una estratagema “más gentil, amable” para arrebatar el control de Kosovo. La provincia tiene su propio proceso, separado del de Serbia, para unirse a la Unión Europa. Bajo el plan Ahtisaari plan, tropas de la UE controlarán la provincia en lo que es sólo su segundo despliegue después de Bosnia. Aunque funcionarios de la UE insisten en que el estatus de Kosovo no tiene nada que ver con la renovación de las negociaciones de acceso con Serbia, se más o menos sobreentiende que sería un canje justo: renuncien a Kosovo y los reconoceremos como socios iguales en Europa, cuando llegue el momento.
Aunque los portavoces de USA y de la UE expresan públicamente apoyo para los esfuerzos diplomáticos del otro, Kosovo está en el centro de una lucha por el poder sobre quien terminará por controlar la región: ¿la OTAN o la UE? Pueden ser dos caras de la misma moneda oxidada, pero para Vladimir Unkovski-Korica, un especialista serbio en derecho e historia, “50 años de credibilidad [de la UE] están en juego. Nos dicen: ‘la solución para Kosovo es una solución europea,’” comenta Unkovski-Korica. “La única zanahoria que pueden ofrecer al pueblo serbio es el eventual ingreso a la UE.”
Sin embargo, Maja Bobic, secretaria adjunta del Movimiento Europeo en Serbia, una ONG dedicada a promover la integración con la UE, niega que los temas de Kosovo y la UE estén conectados. Dice que el gobierno serbio debe hacer más para cumplir sus obligaciones, no sólo hacia la UE, sino hacia el pueblo serbio.” En todo caso, todas las reformas (exigidas por la UE) que tenemos que realizar son necesarias. Es mejor hacerlas con el buen objetivo de unirnos a la familia de la UE,” dice Bobic. Es más productivo concentrarse en las negociaciones con la UE, dice, en lugar de ver todo a través del prisma del estatus de Kosovo. “Serbia no tiene actualmente muchas alternativas. Tiene que mostrar una disposición a participar e involucrarse,” dice Bobic. “Hay un espacio muy limitado para la negociación.” Para parafrasear a un déspota estadounidense, es una situación de “estáis con nosotros o sin nosotros.”
Después del acceso durante este año de los otros estados balcánicos Rumania y Bulgaria a la UE, el lazo corredizo se apreta alrededor de la península balcánica. Pero incluso sin apretar el nudo, los Estados balcánicos serán colgados. Antes de obtener estatus en la UE, las reformas comerciales neoliberales impuestas han abiertos nuevos mercados en el antiguo bloque oriental, permitiendo que las compañías exploten el recurso más generoso de Europa Oriental: una reserva laboral barata pero animosa y educada. Sobra decir que la libertad de movimiento está mucho más limitada para los ciudadanos de estos países.
Vistos ampliamente como en un “gueto dentro del gueto balcánico,” los serbios no pueden viajar al extranjero – ni siquiera a los países vecinos de la UE – sin una visa: un proceso costoso y lento. La nueva constitución serbia mejorada promete los nobles objetivos de igualdad de género, reconocimiento de los derechos humanos, y un estándar de vida “europeo,” pero el país está plagado por la violencia basada en el sexo, la desigual representación de las mujeres y las minorías en el gobierno, y un salario mensual promedio de 300 dólares – menos en las áreas rurales.
Bobic admite que la privatización y el creciente desempleo – incluso el primer caso serbio de inanición causada por la pobreza sobre el que se informa – son repugnantes efectos secundarios de la transición al capitalismo. “En un mundo globalizado las compañías llegan y se apoderan en todo caso. Ocurrirá estemos o no en la UE,” dice Bobic.
Desde un punto de vista histórico, la actual “crisis de Kosovo” es una continuación de la resistencia a la invasión extranjera. Plantada justo en medio de la encrucijada entre imperios rivales, Serbia ha sufrido una serie interminable de luchas por el poder, desde los romanos a los bizantinos, a los búlgaros y mongoles, a los austro-húngaros y los otomanos. Los siglos de brutal ocupación sufridos por los serbios encendieron una chispa de furia que inflamó las dos guerras mundiales y se apagó enconadamente durante su breve gloria como el Estado dominante en la Yugoslavia de Tito.
En estos días, serbios “yugo-nostálgicos” afirman que la tenue existencia del país como una “tercera vía” entre el estalinismo y el macartismo durante la Guerra Fría fue la única vez que el Estado conoció la independencia. Pero esta fue sólo en términos relativos. Unkovski-Korica está escribiendo su tesis para el doctorado sobre lo que describe como “el engaño de la autosuficiencia” durante los 30 años del reino de Tito. Tal como es práctica común en la actualidad, dice, el gobierno monopartido comunista se basó en el nacionalismo – sea que la amenaza estuviera dentro o fuera de la frontera – como un instrumento barato para permanecer en el poder.
“Primero, el nacionalismo fue un intento temporal de salir de la crisis impuesta por el mercado mundial,” afirma Unkovski-Korica. “Se puede argumentar que a Yugoslavia podría haberle ido mejor, pero es un sistema basado en la competencia. Hay ganadores y perdedores en el mercado mundial y, veamos las cosas tal como son, perdimos.”
La obtención de la mayoría en las elecciones de enero del derechista Partido Radical, muy publicitada (y criticada), se basó en una táctica alarmista semejante, en la que el “otro,” en este caso, la comunidad internacional y los serbios “traidores,” que quería vender a Serbia a través de Kosovo. Pero un examen más cercano de la plataforma “Toda Serbia, Un Partido” del Partido Radical, muestra que estaba igual de dispuesto a explotar a la población a fin de unirse a la UE.
La política exterior de USA se basa en el mismo principio de manipulación. Con la población local ocupada por las tensiones étnicas, es fácil invadir, incluso ser percibido como “los buenos.” Es un modelo que ha llevado al desastre en Iraq, pero ha funcionado en casi todos los Balcanes.
Unkovski-Korica señala los papeles paralelos que Kosovo e Israel juegan en áreas de interés geoestratégico. “Los [estadounidenses] no quieren que sea enteramente independiente o autosuficiente, sino que esté en un estado general de dependencia. No creo que quieran solucionar el problema. Si entregaran a Kosovo, no podrían mantener altas las tensiones en la región.”
Mientras los oleoductos del Mar Caspio se entrecruzan por los Balcanes en camino a los lucrativos mercados europeos y estadounidenses, incluso el control de áreas pequeñas puede significar mucho dinero para los señores del petróleo. El proyecto Burgas-Vlore que transportará petróleo del Caspio del Mar Negro de Bulgaria a través de Macedonia al puerto en el Adriático de Albania, es uno de varios oleoductos planificados para ser construidos en toda la región en los próximos años. Existe una feroz competencia por parte del consorcio registrado en USA Albanian-Macedonian-Bulgarian Oil (AMBO) – que tiene vínculos directos con Halliburton – para comenzar a excavar antes de que Gazprom de Rusia o Total de Francia puedan hacerlo. Como comentó en el Guardian (18 de julio de 2001), Michel Chossudovsky, fundador del Centre for Global Research, el trato de AMBO es edulcorado por la inclusión de un corredor de transporte y comunicaciones que conecta el este subdesarrollado con el resto de Europa. Por todas partes, la retórica política respecto a los derechos humanos y el desarrollo humano, se encuentra por debajo de una astuta chapa de codicia petrolera.
El modo de operación de desestabilización y obnubilación ha servido los intereses tanto de los europeos como de USA, haciendo que la región empobrecida esté madura para adquisiciones corporativas extranjeras y el negocio de las ONG. Desde la toma de posesión de la OTAN en junio de 1999, ONG occidentales – sobre todo USAID – han alimentado a la fuerza a Kosovo hasta llevarlo a la dependencia virtual. En un área con un 50% de desempleo y un ingreso per capita de 1.300 dólares, la ayuda extranjera es la base primordial de la economía. En la visión de Ahtisaari, Kosovo será un Estado débil, descentralizado, de propiedad de corporaciones extranjeras y gobernado por “mantenedores de la paz” internacionales – una réplica de la actual Bosnia.
Kosovo ya va bien avanzado por su camino. Bajo los auspicios de la Kosovo Trust Agency, controlada por la ONU (Serbia tiene su propio consejo de privatización), las minas de carbón y las instalaciones eléctricas de la provincia, el servicio postal, el aeropuerto de Pristina, los ferrocarriles, los vertederos y los sistemas de administración de los desperdicios han sido todos privatizados. Como es el caso en todos los Balcanes, “empresas de propiedad pública” son rematadas por una fracción de su valor en el mercado privado con poca o ninguna compensación para los contribuyentes.
Interpress News Service (20 de febrero) informa que la venta de 300 firmas públicas desde 2003 ha significado para la provincia empobrecida sólo 344,5 millones de dólares. Según el periódico serbio Politika, fue una “privatización monoétnica” basada en precios subvalorados que han favorecido a los albanos étnicos. Anticipando lo peor, Serbia está tratando de recuperar 30.000 millones de dólares en “inversión perdida” si Kosovo obtuviera la condición de Estado, dice IPS. La proposición Ahtisaari incluye sólo la devolución al control de Belgrado de propiedad movible por un valor de 250 millones de dólares.
En Serbia, los dólares han logrado lo que las bombas no pudieron lograr. Después de que las sanciones internacionales dirigidas por USA fueron levantadas con la salida de Milosevic en 2000, USA emergió como la sola fuente mayor por su tamaño de inversiones extranjeras directas. Según la embajada de USA en Belgrado, compañías de USA han concluido “compromisos de inversión” por 1.000 millones de dólares representados en gran parte por los 580 millones de dólares de la privatización de Nis Tobacco Factory (Phillip Morris) y una adquisición por 250 millones del productor nacional de acero por U.S. Steel. Coca-Cola compró un productor serbio de agua embotellada por 21 millones de dólares. La lista suma y sigue.
Se dice en las calles de Belgrado que la unión con la UE es inevitable – aunque no sea enteramente deseable. Sondeos realizados por el Movimiento Europeo en Serbia y por Freedom House muestran que cerca de un 70% de los serbios está a favor de unirse a la UE pero, como señala Ratibor Trivuvac, organizador de la Unión de Educación de la Universidad de Belgrado, el principal atractivo es irse de Serbia, no los beneficios que traerá al país. Cuando se le formularon preguntas específicas sobre los derechos de los trabajadores a igualdad de salarios o incluso a producir rakija (aguardiente de ciruelas), dijo que la mayoría mostraba una preferencia por más políticas socialistas.
“El gobierno quiere formar parte de la UE, pero no es pro-occidental. Los jóvenes quieren a la UE, pero no están por el mercado libre,” dice Trivuvac. “Es una dicotomía falsa, una reacción contra el nacionalismo. Los ideales están siendo reemplazados por ideas de libre mercado, impulsadas por los medios y repetidos por gente que está confusa.”
La presunción política es que los serbios quieren unirse a la UE, pero Bobic admite que incluso las principales partes interesadas – en el Parlamento, el mundo de los negocios, y los medios – no comprenden por completo las implicaciones. El euroescepticismo es considerable en una generación mayor cansada de la vida; los jóvenes serbios se inclinan hacia una mezcla de apatía y cinismo.
Sin embargo, para el 80% de los jóvenes serbios que nunca ha salido del país, la UE representa una oportunidad de trabajar por un salario de subsistencia mínima y de escapar de lo que ha llegado a ser visto como el destino serbio de ocupación y aislamiento. Como lo muestra la cinta de Emir Kosturica “Underground,” los personajes serbios prefieren vivir en un entorno subterráneo fabricado, produciendo armas para una guerra ficticia, en lugar de verse expuestos a un mundo externo cruel e incomprensivo. Pero no ha sido siempre así. “Esto solía ser un país maravilloso,” me dice Mirica Popovitch, en tono casi suplicante, mientras pasea a sus perros por el barrio bohemio de Belgrado. “Ahora, no sé dónde va. No tenemos muchos visitantes en la actualidad, ni siquiera de sitios que solían formar parte de este país.”
Durante la dictadura de Tito, los yugoslavos eran los únicos miembros del bloque comunista con la posibilidad de moverse libremente. Popovitch, instructora de natación, recuerda viajes a Roma y Grecia como adolescente junto con sus padres. Ahora, hasta para participar en eventos internacionales, Popovitch tiene que pasar por el suplicio de las visas o esperar que las competencias tengan lugar en Serbia.
Es una ironía de la globalización cuando los jóvenes se enfrentan a un aislamiento que sus padres apenas notaron bajo el comunismo. “¿Qué es lo mejor si nos unimos a la UE?” pregunta Danja, una adolescente que revisa su teléfono móvil delante de un McDonald’s en el centro de Belgrado. Ella es un modelo de perfección capitalista. “Será más fácil ir a otros países. Quiero trabajar en algún otro sitio después de mis estudios, no tiene sentido hacerlo aquí,” dice en un inglés perfecto. “No es que vaya a ocurrir mañana. Pero sería bueno si pudieran venir más grupos de rock.”
Otros tienen un punto de vista más escéptico, pero igual de apático. Vladimir Miloicic es estudiante de historia en la Universidad de Belgrado; se concentra en historia serbia en el Siglo XX. A propósito, piensa lo mismo sobre la Unión Europea que sobre el Tribunal Penal Internacional. “No puedo tener influencia alguna así que no me importa. Nadie de mi edad está verdaderamente interesado – no es un tema,” dice. “Nadie logró jamás unir Europa. La gran pregunta es, ¿sobrevivirá la UE? No veo por qué tengamos que apresurarnos a entrar. Pero no creo que los políticos permitan que nosotros decidamos. Tarde o temprano, estaremos en la UE.”
Saliendo por un momento de su papel de portavoz de una ONG, Bobis nos cuenta un chiste que circula en Serbia: cuando todos los Balcanes se hayan unido a la UE, esta será disuelta. Como si de alguna manera la “balcanización” fuera una enfermedad contagiosa, no el resultado de fuerzas externas. Sin embargo, por defectuoso que sea, el proceso de integración a la UE puede ser visto como un barómetro de la cooperación entre los Estados yugoslavos divididos y sus vecinos.
Mientras las ONG utilizan los acuerdos comerciales como el CEFTA (entre los centroeuropeos y los países balcánicos) para promover el diálogo regional, organizadores contrarios a la UE en todo el continente creen que una lucha común por derechos soberanos unirá a los europeos. Contrariamente a la opinión popular, no se trata de una agenda nacionalista, sino de una expectativa de poder compartido por gente sobre todo de clase trabajadora en toda la Unión. “Si la UE es un punto de unión, no es el correcto,” dice Unkovski-Korica. “Como alternativa a USA, es como decir: ‘Otra forma de imperialismo es posible.’ Pero fundamentalmente, es lo mismo. No quiero luchar por una mejor UE; quiero luchar por una Europa mejor.”
El poder se basa en el control, sea comunista, socialista, o capitalista, dice Unkovski-Korica. Pero si la “tercera vía” de Tito era un mito, él y Trivuvac ven las oportunidades que se abren para otra “tercera vía,” encarnada por una alianza pan-balcánica que va de la antigua Yugoslavia a Albania, Macedonia, Bulgaria, Grecia, y Rumania. Una unificación basada en las necesidades específicas de la región poscomunista, afirma
Trivuvac, aportará resultados que han escapado a la gente en los últimos 17 años de transición al capitalismo.
El entusiasmo de Trivuvac podría sonar como cualquier otro cuento ilusorio anarcosindicalista si no fuera por su reciente éxito en la organización de una sentada de seis días en la facultad de filosofía en la Universidad de Belgrado, después de la cual la administración aceptó demandas estudiantiles de reducir a la mitad la matrícula a la universidad, y seguir reduciéndola. Por su propia voluntad, dice Trivuvac, estudiantes que nunca habían oído hablar de principios anarquistas adoptaron un manifiesto “extremadamente radical”, redactado colectivamente en una asamblea estudiantil. Aunque Triviuvac se queja de que los serbios están muy atrasados en comparación con sus homólogos griegos en la resistencia contra la privatización de las universidades, dice que la experiencia despertó a muchos de su apatía o aversión a la participación política – un ejemplo que cree podría extenderse a otros sectores de la sociedad.
Considerando la tradición de políticas orientadas a los trabajadores en la antigua Yugoslavia, el nivel de organización sindical es bastante bajo, dice Trivuvac. Sea por la corrupción, la indiferencia, o simplemente por el agotamiento, las huelgas no han sido exitosas desde hace algún tiempo en Serbia. Pero hay señales de un mar de cambio que hace olas en la sociedad serbia. Siguiendo el ejemplo de recuperaciones de empresas por los trabajadores en Argentina, la fábrica de cerveza Jagodina ha sido operada por los trabajadores desde el año pasado, sin que se dé cuenta la mayoría de los bebedores de cerveza. Jugoremedija, una planta farmacéutica que los accionistas trabajadores rescataron de la privatización en 2003, es otro ejemplo de resistencia exitosa a los cierres de fábricas y a las adquisiciones corporativas.
“El problema se ubica en realidad entre los mercados y la democracia,” dice Trivuvac. “Nosotros como serbios realmente tenemos que comenzar a desarrollar alternativas en toda la región Si podemos mostrar que la lucha de los unos contra los otros no resuelve los problemas, pero que sí podemos resolverlos si luchamos contra el enemigo común.”
La gran interrogante es si o no esta generación de serbios reconocerá que los modelos de nacionalismo, corrupción, y guerra han permitido que cada imperio sucesivo divida y conquiste la región. Kosovo, la OTAN y la Unión Europea son ejemplos modernos de una continua ocupación extranjera, ante la que muchos serbios se sienten impotentes. En un país estremecido por la violencia y la pobreza, el idealismo de clase media es bastante fuerte. Pero el deseo de autodeterminación forma parte integral del espejismo de la democracia capitalista. Mediante la formación de alianzas con rivales históricos – albanos, búlgaros, griegos y rumanos – es posible derrotar a los ocupantes con sus propias armas. No sólo Serbia, sino toda la región, terminarán por comprender su propio valor.
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Elise Hugus es activista y escritora independiente.
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