martes, junio 26

“NUESTRA ARMA MÁS PODEROSA ES LA IDEA”
Entrevista a las Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magón
(Parte I)

Jorge Lofredo
jorge.lofredo@gmail.com


Una simple recorrida en torno de las organizaciones político-militares revolucionarias existentes en el México contemporáneo remite, sin dudas, a la experiencia continuadora del PROCUP que en 1994 se plasmó en una nueva denominación, el PDPR-EPR, del que se conoció públicamente dos años después, en el primer aniversario luctuoso del asesinato de 17 campesinos en Aguas Blancas. A este proceso le siguió el de las rupturas que hoy conforman un cuadro de, al menos, diez expresiones. Sin embargo, independiente de esta circunstancia se encuentran otras organizaciones que también impulsan la vía armada como manifestación política. Pero no es únicamente el recurso armado el que distingue a éstas, sino que expresan un ideario y una visión que entiende a México con una particular mirada. Uno de estos casos es el de las Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magón (MI-RFM). Es esta la primera entrevista que ofrecen y data de inicios del mes de mayo de 2007. Se propone en partes, debido a la extensión de la misma, y dividida por temas para otorgarle el contexto.


Sobre los orígenes de las MI-RFM

Así, en medio de las condiciones sociales y políticas que se vivían en nuestro país a inicios de la década de los ochentas, un grupo de gentes confluimos desde distintos puntos de la geografía de los oprimidos. De esta manera, en un camión que tenía por destino cruzar la frontera, nos encontramos los primeros, unos éramos de allá del norte, hijos del desierto, trabajadores de la mina y la maquila; otros éramos oriundos de las grandes ciudades, obreros, estudiantes, chavos banda; otros más veníamos del sur, campesinos, jornaleros, pescadores, emigrantes; y a pesar de nuestras diferencias, todos teníamos en común una historia de agravio y un legado de dignidad como única herencia de nuestros antepasados.

Sin más, la necesidad de buscarnos la vida “del otro lado” nos llevó a confluir en ese camión en donde nos conocimos, nos reconocimos y luego fue que algunos decidimos seguir nuestro camino más allá de la frontera, otros decidimos regresar a nuestras comunidades, pero desde aquel viaje ninguno de nosotros volvió a estar solo. Aunque caminábamos cada quien nuestro camino, todos acabamos acudiendo a la misma lucha. Ya juntos vimos pasar el sismo de la Ciudad de México, luego la huelga de la UNAM, el fraude electoral del 88 y para el 94, cuando el alzamiento zapatista, estábamos constituidos ya como organización político-militar revolucionaria. En 1996, declaramos públicamente la guerra al mal gobierno y nos dimos a conocer por medio del “Manifiesto de los Volcanes”, desde entonces conservamos nuestro nombre, nuestra bandera y nuestros símbolos en esta guerra a muerte que libramos contra el sistema que nos oprime.


La lucha armada

En este sentido, la primera lección que aprendimos fue que un movimiento social no triunfa por lo hermoso de sus ideas, sino por la eficacia de sus métodos. Por ello, por la necesidad de autodefensa de nuestras luchas legítimas, fue que un grupo importante de aquella primera experiencia decidimos pasar a la clandestinidad armada, pero no para convertirnos en “vanguardia” de la organización, sino más bien en su herramienta. Entendiendo, desde luego, que en esas circunstancias, la guerra se convierte en un instrumento de la política.

Así, la plataforma organizativa de las MI-RFM se nutre de la integración de diversas brigadas y estructuras autónomas de resistencia popular, que se amalgama por múltiples y variados hilos conductores, que intercomunican, coordinan y organizan nuestra acción social liberadora.

En este sentido, para el caso específico de las acciones armadas, las instrucciones son dadas por los elementos más experimentados en el combate y la coordinación operativa recae en un Comando Central que articula las acciones tácticas de las brigadas, pero que no tiene ningún peso jerárquico al momento de tomar las decisiones trascendentales en nuestra organización.

Así dentro de las MI-RFM, coexisten estructuras autónomas de resistencia popular que son la base social que nos da sustento, junto con brigadas de milicianos armados. Los mecanismos de comunicación y las relaciones orgánicas están condicionadas tanto por las dinámicas propias de la vida política de cada estructura autónoma de resistencia popular, como por el ineludible deber de guardar la disciplina militar que permite la existencia y acción clandestina de las brigadas.


Liderazgo interno, organización y toma de decisiones

En las MI-RFM no existe la cúpula que controle las decisiones y el accionar de sus miembros, ya que esto además de desvirtuar el movimiento, nulifica la creatividad, y establece un blanco identificable que vuelve “descabezable” a la organización. Es por esto que en nuestro movimiento nadie controla, nadie da línea, no hay jefes y no hay condición previa para ingresar a ella, únicamente el compromiso para cooperar con los demás en la defensa de los intereses comunes. Por ello, la toma de decisiones es colectiva y democrática.

Pero para explicar cómo una estructura militar puede funcionar sin recurrir a la aplicación vertical de los principios de autoridad, debe tomarse en cuenta que la autoridad de los individuos que conforman nuestras MI-RFM nunca es total, siempre es parcial, puesto que nuestras relaciones colectivas se dan en función de lo que cada uno de los individuos es y hace, no por lo que representa. En esta organización todos tenemos un saber, un conocimiento, una historia particular que expresar y, por lo tanto, todos tenemos la responsabilidad de enseñar, pero sobretodo de aprender de los demás.

Asumimos con convicción el principio zapatista de “mandar obedeciendo”, ya que como pueblo que somos, sabemos bien que nuestra fuerza radica en la confianza que nos tenemos como trabajadores del campo y de la ciudad, donde para construir nosotros mismos nuestro propio porvenir tenemos que respaldarnos en otros para protegernos.

Ahora bien, el espacio donde se toman las decisiones en torno al devenir estratégico de las MI-RFM es la Asamblea General, la cual se nutre con la participación de todos los representantes de las estructuras autónomas de resistencia popular y de las brigadas. La dinámica seguida por la Asamblea es la de discutir todos los argumentos y puntos de vista en torno a los temas que en ella se tratan, hasta que surja un acuerdo unitario que permita tomar decisiones consensadas. Para asegurar la correcta conducción de la vida democrática al interior de las MI-RFM, existe un órgano auxiliar de la Asamblea que es el Consejo de Mayores, el cual está conformado por las personas con más experiencia y sabiduría, que generalmente son también las de mayor edad.

Por otro lado, como ya se mencionó, la responsabilidad de coordinar las acciones bélicas recae en un Comando Central, que no goza de ninguna posición privilegiada dentro de la Asamblea, sino que participa a través de los responsables de cada una de las brigadas, de la misma forma como lo hacen los representantes de las estructuras civiles de nuestras bases sociales. Cabe decir que se tienen acuerdos básicos, los cuales han sido tomados con anticipación, lo que permite la operación autónoma de las brigadas en situaciones de incomunicación.

Ahora, para explicar cómo se dan las relaciones de las MI-RFM hacia el exterior, es necesario entender la naturaleza propia de nuestra dualidad, ya que al ser una expresión organizada del pueblo en armas, al mismo tiempo participamos también con propuestas políticas en la lucha cotidiana del trabajo en el campo y en la ciudad. Es decir, desde nuestra condición clandestina -propia de una organización armada revolucionaria- interactuamos con otras organizaciones revolucionarias, pero también establecemos relaciones con las manifestaciones organizadas y pacíficas de la sociedad civil. En este proceso, las alianzas militares desde la clandestinidad no impiden que tengamos acuerdos políticos con agentes afines a nuestra causa dentro de los movimientos sociales, quienes de alguna manera han incorporado nuestras propuestas en sus luchas, y también han nutrido a las estructuras autónomas de resistencia popular que nos respaldan. Nuestra política de alianzas se sintetiza en la rúbrica que acompaña todos nuestros comunicados: “La palabra como medio para unificar tendencias, la acción como forma de cambiar y establecer la vida”.


Definición ideológica y vínculos con otras organizaciones

La respuesta a esta pregunta podría determinar el alejamiento o acercamiento a múltiples grupos, sin embargo la “etiqueta” ideológica no es algo que nos preocupe, nos relacionamos dialécticamente con el universo. Nosotros podríamos definirnos política e ideológicamente como “magonistas”, pero ya el propio Ricardo Flores Magón se encargó en su tiempo de desestimar dicho término, el diría que “somos anarquistas” porque no conocemos más autoridad que la sabiduría, ni más gobierno que la libertad.

En primera instancia se debe considerar que toda lucha revolucionaria tiene un trasfondo político. Ahora bien, si las formas de integración a la colectividad son definidas por los diversos sujetos actuantes, entonces necesariamente éstas adquieren formas ideológicas distintas. No obstante, debe tomarse en cuenta que existe un marco de referencia general: el cambio social, y TODOS trabajamos día a día en su definición.

Para el caso de nuestras MI-RFM, tenemos que decir que existe un libre acuerdo entre quienes consideramos útil unirnos para cooperar con el fin común de enfrentar al sistema capitalista que nos oprime. Así, nuestro deber moral se centra en mantener los compromisos aceptados. Sobre esta base, se adoptan las formas prácticas y los instrumentos adecuados para dar vida real a nuestra organización.

Pero en un sentido más amplio, lo cierto es que las organizaciones duran mientras las razones de unión son más superiores a las de disenso, en caso contrario se disuelven. Por ello deben tomarse en cuenta aquellos errores cometidos, y es que por lo común ocurre que una minoría, creyendo llegada la hora de las grandes realizaciones no se resigna a que la mayoría no comprenda la bondad de sus intenciones, y considerando que sus iniciativas se orientan hacia el bien común, no vacila en imponerse a todos.


La palabra y la guerra

Si entendemos la guerra como la mera continuación de la política por otros medios, vemos que la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios. Lo que queda aún de peculiar a la guerra se refiere solamente al carácter propio de los medios que utiliza. La guerra en general y quien la dirige en cada caso particular, pueden exigir que las tendencias y los planes políticos no sean incompatibles con estos medios, y esta exigencia no es insignificante, pero por más que reaccione poderosamente en casos particulares sobre los designios políticos, debe considerársela siempre sólo como una modificación de los mismos: el propósito es el objetivo, mientras que la guerra es el medio, y el medio no puede ser nunca considerado separadamente del objetivo.

O como lo dijimos en el primer número de nuestro periódico independiente de combate “Rojo y Negro”, nuestra arma más poderosa es la idea disparada desde la palabra escrita; fielmente protegida, por supuesto, por una buena dosis de plomo y fuego. (Continuará.)

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