06 de Noviembre de 2007
Versos insurgentes
Prológo de Iván Marquez/Integrante del Secretariado de las FARC-EP
Próximamente estará en circulación el libro Versos Insurgentes. Emprenderá la marcha hasta las manos de quienes deseen el encuentro con un cúmulo de sentimientos de resistencia, de luchas y esperanzas en la emancipación de Nuestra América.
Saben bien los comprometidos en esta aventura que, como dijera Bolívar, “de lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso”; por ello, más allá de lo pretencioso que pudiese parecer el título que bautiza a estas palabras de las que se anuncia su arribo a algunas de las capitales de las provincias de la Patria Grande, que ellas no llevan sino los deseos de transmitir los profundos sentimientos de amor al pueblo y la fe inquebrantable en la lucha por los pobres de la tierra con que van cargadas.
Cuatro guerrilleros de nuestro tiempo: Paúl del Río (venezolano), Oktavio (salvadoreño), Milagros (peruana) y Santrich (colombiano), desde el cemento de las urbes, desde las trincheras hechas con barrotes carcelarios y desde la montaña andina comunera, nos hablan con sencillo lenguaje, esperanzados en la definitiva independencia del continente, aferrándose al ejemplo y a la fuerza espiritual de Bolívar Libertador, de Farabundo Martí, de Túpac Amaru y los rebeldes mártires y próceres que con su sangre misma sentaron las bases de la América Nuestra.
Se trata de una convocatoria al combate por la conquista de ese mundo mejor en dignidad y libertad que tanto anhela y necesita la humanidad, para que no cese la vida sobre el planeta por cuenta de la iniquidad oligárquica e imperialista.
Este coro que se eleva hacia el cielo de las utopías aspirando a no naufragar en el inmenso todo de los océanos oníricos, inicia su viaje con el buen viento que generosamente le prodigan las opiniones que en su prólogo ha dispensado el comandante Iván Márquez, integrante del Secretariado Nacional de las insurgentes FARC-EP.
Pronto han de encontrar los pedazos de estas ensoñaciones quijotescamente majaderas, en las estancias de la clandestinidad y de la legalidad en aquellas provincias de la Patria Grande donde no gobierna la tiranía o donde a pesar de ella los pueblos están derribando las murallas del miedo y de la opresión. Entre tanto, deleitémonos con el verbo de Iván, el camarada guerrillero que, en nuestra opinión, como diría el poeta Juvenal Herrera, escribe como un arcano de sueños, vence los escollos de la débil razón y cual argonauta volando contra el viento, logra un canto de compromiso puro con la lucha por la humanidad y por la vida.
ABP (Agencia Bolivariana de Prensa). De la Redacción.
PRÓLOGO A VERSOS INSURGENTES
Estos poetas disparan versos porque guerreros son. Bajan de Marquetalia y de Guazapa, de la sierra peruana y de Falcón, para abrazar con sus versos insumisos y rebeldes a los humildes de Nuestra América.
Son verbo, plomo y amor las municiones ardientes de sus repletas cartucheras. Se reunieron para entonar en estas hojas la sinfonía de los pueblos, que anhelamos: la del sueño de Bolívar y de nuestros próceres, la de la unidad y la justicia. Con el alma cruzada de cananas soplan la flama de la esperanza y de la lucha.
Aquí, bajo este cielo del continente rojo que atisbaba allende el mar Kiva Maidanik, las insignias poéticas de FARC, FMLN, MRTA y FALN se han fundido para acrecentar el volumen de fuego libertario para indicarnos con sus balas trazadoras el camino de la lucha y la unidad.
Santrich acompaña su canto con gaitas y con quenas mientras sonríen con más brillo los luceros. Desde su atalaya del Perijá, bajo los chispazos ionizados del Catatumbo, Marquetalia es resistencia hecha poesía, mientras se percata que la Sierra Nevada es de hielo y es de sol y es insurgencia que besa las estrellas. Reivindica al indio como al palestino que levanta trincheras con escombros, y siente la tristeza del maizal del labriego desplazado. Y ve al Tío Ho encender la historia con el sol, y a un jinete de capa y espada volando a galope tendido con la bandera de la libertad, la Patria Grande y el socialismo, reuniendo pueblos. Con su alma henchida de fuego bolivariano, escucha como truenan victorias, los fusiles guerrilleros.
Octavio, el guerrillero incansable, el come “cuanduay” y medio “ pueta” dejó su alma en las laderas de Guazapa y observa desde allá cómo titila el lucero de San Salvador, los helicópteros despegando con sus cohetes y sus balas y el tremolar de luz de la roja bandera de Schafik. “Quiero morir en Guazapa cualquier día de abril”. No quiere la paz que no es paz, ni la democracia que no lo es, y recuerda a sus 4.000 muertos y 6.000 desaparecidos, y a Caño Roto, donde se bañaban chulonas, las chelitas chalatecas.
Con su vuelo triste de halcón solitario sigue buscando a su halcona de amores torrenciales, de 17 lunas. Tengo la ilusión de verte/ entre la maraña de la selva/ sospecho que estás ahí/ escondida en el Caguán/ en este recodo del Amazonas/ corriendo por la llanura/ rumbo a La Machaca/ haciendo amigos/ provocando sueños.
Milagros tras los barrotes espera con la zampoña, fiel compañera de su canto libre, el regreso de Tupac, mientras los suyos avanzan con ojos de sol construyendo la esperanza. Si tu cuerpo cautivo está/ pero el candado no logra aprisionar/ tu cerebro ni tu sentir/ entonces hermano…/ eres un hombre en libertad.
El amigo extraviado de Milagros está en el grito de combate de los pueblos y en el grito libertario de Polay en la injusticia de El Callao. La cabeza y el tronco de Tupac se están juntando, y ya vienen con el viento rebelde de la Sierra de Tinta sus brazos y sus piernas para formar un todo justiciero contra los tiranos. ¡Tupac Amaru completo!, con Sucre y con Bolívar.
Paúl tiene razón: con alguna palabra hay que hablar después de este silencio. Ya se oye cómo maldicen/ y cómo se retuercen/ y cómo vuelan levantando el polvo/, cuando tose la ametralladora/ su feroz canción de patria.
El guerrillero inclaudicable, el internacionalista que dispara y también recibe disparos, el que venció las prisiones del averno, y sigue ahí, firme en su trinchera de combate. Algo tienen que ver las perspectivas de hoy con su FAL montado y el dedo en el gatillo, listo a detonar la alborada de sus sueños.
La poesía es parte contendiente. Es fuego moral y munición en el combate de los pueblos por su dignidad.
Dicen que es fácil ser poeta en la montaña. Letrado o no, el guerrillero borbota metáforas aquí y allá, sostiene Louver desde su barba de niebla y nicotina. ¿Y cómo no van a serlo si se arropan en las noches con el verde manto de la selva, si divisan los astros fulgurantes por entre los claros de las hojas temblorosas, si observan desde el puesto de guardia entre los árboles la salida del sol como un incendio en el oriente, si trabajan con la música de fondo de los pájaros, si sueñan el mismo sueño de Bolívar, y si miran absortos la quebrada despeñándose en caprichosas humaredas?
¿Y qué pueden hacer si cuando se abren paso entre el follaje, desencadenan con su roce las más ignotas fragancias de la selva, que embriagan sus sentidos y los persiguen durante toda la marcha? ¿O cuando la ráfaga del viento, monte adentro, impacta el pecho del árbol viejo que cae gimiendo con sus brazos abiertos? ¿No ven que cuando avanzan por las trochas van sobre una alfombra de hojas muertas pinceladas con ocasos de soles y de ocres degradados? Nada se puede hacer cuando ya próximo a la cumbre, la rauda nube del tiempo pinta de rocío las sienes del guerrero, como ciñendo en ellas el laurel de la victoria anticipada.
Son ellos los poetas que menciona el viejo Louver, de traje de fatiga y patria nueva, disparando versos libres o prisioneros, sólo por amor, a la métrica y la rima… Y a los ideales, lo más sublime.
Esta sigue siendo la misma guerrilla romántica y de fuego, que tras el ejemplo del Che y de las circunstancias propias de cada país, pobló de rebeldía el continente.
Sólo el loco de la oficina oval y sus cortesanos de la servidumbre la califican de terrorista para justificar sus agresiones a los pueblos. Con su mala fe de siempre “llaman terrorismo a la guerra de los débiles, y guerra al terrorismo de los fuertes”. Aquí no se les come cuento. Con las ideas, las balas y los versos resistiremos a la estrategia recolonizadora del imperio.
Qué es la vida sin causa y sin bandera/ sin desafío a los imperios opresores,/ sin sentir la furia de sus explosiones/ selva adentro,/ sin provocar el vuelo silencioso de sus águilas/ que nos espían con los ojos del satélite/ que se desorbitan cuando pasamos/ como guerreros justicieros en la rotación terrestre/ Qué sería la vida sin el estallido del trueno de la resistencia en nuestras manos/ y el fuego de la Patria Grande en las cananas/ Qué sería de ésta vida sin el tableteo del pueblo/ respondiendo al tableteo maldito/ de los cowboys de Wall Street/ forajidos del expolio y del dominio colonial/ …Se equivoca el vejete anglosajón/ que llaman Sam/ si cree que el sur del río Bravo es territorio de vasallos./ ¡Ven Goliat, que aquí te espero con mi honda!,/ es el grito colectivo de la vida.
Hemos sido mil veces bendecidos por el Libertador que nos dice con su verbo incandescente que cuando el poder es opresor la virtud tiene derecho a anonadarlo, y que el hombre virtuoso se levanta contra la autoridad opresora e inaguantable para sustituirla por otra respetada y amable.
Pido permiso a los poetas para abrir sus VERSOS INSURGENTES con los del poeta Bolívar, nuestro padre espiritual en la cima fulgurante del Chimborazo:
Yo venía envuelto con el manto de iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré! y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo. Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.
Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la eternidad; los límites de mi imperio los señala el infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la santa verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del infinito que es mi hermano.
Sobrecogido de un terror sagrado, ¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros los soles infinitos; mido sin embargo el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la historia de lo pasado y los pensamientos del destino.
Observa, -me dijo- aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del universo físico, del universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres.
La fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.
Es este poeta guerrero de la libertad, fuente de inspiración -como los cántaros de agua de Canaán que no se agotan-, de los trashumantes guerrilleros poetas que cabalgan por la América nuestra tras el sueño de la justicia y la nueva alborada.
Iván Márquez
Integrante del Secretariado de las FARC-EP
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