Huele a Salinas
La incorporación de Agustín Carstens al equipo de Felipe Calderón es una muy mala noticia para los monopolios mexicanos
Durante la campaña presidencial, Carlos Salinas se quedó corto en sus deseos. Andrés Manuel López Obrador le incomodaba porque pensaba que no dejaría de perseguirlo, aun si fuera mediáticamente y con fines de táctica política. De Roberto Madrazo, que le había perdido la confianza, pensaba que si llegaba a ganar una elección cerrada, una forma que podría usar para legitimarse era persiguiéndolo. Prefería a Felipe Calderón, quien -alegaba- estaba tan lejos de él que ni siquiera formaba parte de su agenda. Quién pensaría que hoy, a mes y medio de que asuma la Presidencia, Calderón empieza a dar señales concretas que el rumbo que seguirá no será el continuismo de la administración de Vicente Fox, sino la recuperación del camino que inició el entonces presidente Salinas y quedó truncado durante el sexenio de Ernesto Zedillo.
La designación de Agustín Carstens como el responsable de la agenda económica del presidente electo Calderón, que será la base de su mapa de navegación en la materia, es la señal. Carstens, aunque trabajó en este sexenio como subsecretario de Hacienda bajo la dirección de Francisco Gil y llega desembarcado de Washington, donde era vicepresidente del Fondo Monetario Internacional, realmente tiene su principal inspiración en Pedro Aspe, quien fue el encargado del despacho durante el sexenio de Salinas. Pese a formar parte todos ellos de la tecnocracia, no todos los tecnócratas son iguales, pues tienen énfasis diferentes. Carstens, demostrando la tesis, anticipa: una de las principales tareas será la desregulación. Esta línea ideológica es sustantiva.
La desregulación era la segunda parte que faltó por echar a andar en el gobierno de Salinas para poder profundizar la globalización de México. No le dio tiempo en el sexenio. Zedillo, que no era ni un hombre cercano a él ni su candidato tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio -él quería a Francisco Rojas, en ese entonces director de Pemex-, fue impuesto por el superasesor presidencial José Córdoba, quien aprovechó la coyuntura y la confusión para sacar adelante a su protegido en la candidatura de relevo. Zedillo no sólo usó a la familia Salinas para tender cortinas de humo que aplacaran los ánimos por la devaluación del "error de diciembre", sino optó por una ruta económica diferente. Frenó la regulación y fomentó monopolios, como Telmex, una empresa estatal que Salinas le entregó a Slim, pero que Zedillo protegió para convertirla en una telefónica que tiene de rehenes a los consumidores.
Si Carstens es confirmado como secretario de Hacienda cuando Calderón anuncie su gabinete, las fichas del poder en México se van a mover. Slim es el emblema de los enemigos de la desregulación. Durante años ha logrado evitar la apertura en el sector de las telecomunicaciones, lo que no le causó pocos conflictos, como uno público que mantiene hasta hoy en día con el secretario de Hacienda, pero nunca hasta ahora, como se están trazando las líneas de acción, se había planteado ese proceso como uno de los torales de la política económica calderonista. Slim lo sabía con seguridad, pues Carstens, cuyo pensamiento no es nuevo, siempre figuró en el lugar número uno para secretario de Hacienda en el equipo de Calderón. De hecho, el temor a la desregulación es uno de los argumentos centrales que adjudican en el gobierno federal y en el equipo del presidente electo para que Slim financiara parte del megaplantón postelectoral de López Obrador en la ciudad de México, tras la derrota de su candidato.
La idea, sostienen, era la de debilitar a Calderón y que no tuviera la fuerza para realizar reformas en el sector de las telecomunicaciones. En paralelo, comenzó a trabajar con un grupo en torno a la posibilidad de que, ante la crisis política que se vivía -se tenía como uno de los escenarios la anulación de la elección presidencial-, impusieran un presidente interino. Altos funcionarios federales aseguran que el diseño del interino se trabajó en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, encabezado por Diego Valadés, quien no terminó del todo bien con Salinas, y que pertenecía al grupo político del infortunado José Francisco Ruiz Massieu -por cuyo asesinato se culpó y luego exoneró a Raúl Salinas- y muy cercano a Manuel Camacho, el principal ideólogo del conflicto en la estrategia de López Obrador. La presunta participación de la UNAM y la cercanía del rector Juan Ramón de la Fuente con López Obrador, hicieron ver que éste, que fue secretario de Salud en el gobierno de Zedillo, podía ser la figura emergente del interino. No era así, pues no le veían el tamaño. Para el cargo pensaron en el ombudsman José Luis Soberanes, y en el ex presidente consejero del IFE José Woldenberg.
Slim es la figura paradigmática de afianzamiento de la regulación, punto neurálgico del enfrentamiento de Salinas y Zedillo. Salinas y quienes comparten su visión globalizada de la economía -Estados Unidos y Gran Bretaña dentro de las naciones industriales, por ejemplo- veían que el avance de México no se había logrado con Zedillo, porque la frenó, ni con Fox, porque nunca entendió de qué se trataba el modelo. La llegada de Carstens son buenas noticias para Salinas y su viejo proyecto de nación. De igual manera se podría plantear que es una especie de justicia poética para su modelo económico, cuya disputa provocó el quiebre dentro de la tecnoburocracia priísta en 1994 y la ruptura de los acuerdos que el sistema político había construido desde 1928.
Esto no significa, sin embargo, que Salinas regresa al poder detrás de Calderón. Carstens está pero no Aspe, por ejemplo, quien quedó vacunado cuando el presidente electo Fox le respondió a gritos sus sugerencias, por petición de él mismo, de lo que debía hacer en sus primeros 100 días de gobierno. Otro pupilo de Aspe, Luis Téllez, quien fue subsecretario de Agricultura en el gobierno de Salinas y figura central en el de Zedillo, sí está cerca de Calderón, le pidió una secretaría de Estado y forma parte de la lógica de la desregulación. Téllez es promotor de abrir la inversión extranjera en el sector energético, donde también se encuentra involucrado Córdoba, que aunque distanciado con Salinas tras el asesinato de Colosio, comparte la visión del mundo, y que se encuentra cercano a Calderón, por proximidad, a través de Ulises Beltrán, responsable de opinión pública en Los Pinos de Salinas y Zedillo y estratega del presidente electo.
Lo que sí significa este olor a Salinas en el proyecto económico de Calderón es el principio al regreso de la globalización empantanada durante 12 años, puesta en pausa por Zedillo, incomprendida por Fox, amenazada por un modelo regulador que iba a implantar López Obrador. Este es el verdadero fondo de la lucha ideológica que se vive en México, no resuelto aún de ninguna manera, y que dibuja batallas políticamente cruentas por venir.
rriva@eluniversal.com.mx
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