Marcos Roitman Rosenmann
Oaxaca: culpables, las víctimas
Conforta sentirse gobernado por dirigentes responsables. Vivir en un mundo donde todo parece estar en orden. Es un desasosiego para el espíritu. La certidumbre suscita un placer difícil de explicar. Todo está controlado, nada se escapa al sistema y la vida se desarrolla sin sobresaltos. Más aún cuando las noticias que recibo, en este mi primer mundo de residencia, me alertan de los malos tiempos que corren en países aferrados a un pasado bronco y sus actores forman parte de un complot para retrasar la llegada de la globalización. El encabezado comienza ubicando el problema Oaxaca, México. Así, nos enteramos, es la periferia. Aunque ya estamos acostumbrados. En ese país, dicen los gachupines, hace tiempo suceden cosas extrañas. Izquierdistas, populistas, insurgentes, indios, zapatistas, los de abajo, ahora unos maestros se han tomado esa ciudad. Unos violentos han decidido romper con las buenas maneras de hacer política. Contra ellos, no se puede ni debe tener contemplaciones. Ya se fue indulgente, han transcurrido cinco meses, la paciencia tiene un límite. Es necesario actuar, anticiparnos a otra desgracia mayor. La ética de la responsabilidad obliga a tomar decisiones en nombre de la razón de Estado y la ingobernabilidad. Ser complaciente es de papanatas. Alguien debe pagar haber puesto en peligro la vida de tantos ciudadanos honrados que viven angustiados en una ciudad sin ley. El poder debe tomar conciencia y no dejar para mañana los deberes. El nuevo presidente debe encontrarse con un país en calma. ¿Se refieren a Felipe Calderón?
El mensaje enternece, cala hasta los huesos y cabe solidarizarme con quienes padecen el caos. Malditos sean los otros, los hacedores de tanto oprobio. Los maestros y sus aliados, los pueblos indios, los estudiantes, las amas de casa, los pobres y explotados. Son unos terroristas, se han tomado la ciudad e instaurado un poder popular vandálico. Gentes que han roto la estabilidad del buen gobierno del Estado ejercido democráticamente por el PRI en la figura de don Ulises Ruiz, un hombre controvertido, pero apegado a la legalidad. No crean que me he vuelto loco. Ese es el contenido de las noticias que emanan los medios de comunicación social en Madrid. Quien consuma la prensa escrita, escuche la radio y vea la televisión pública o privada se forma esa imagen. Es indiferente si se trata de la cadena de emisoras del episcopado la COPE, del grupo Prisa la SER, del periódico El Mundo, La Razón, el ABC o El País. También RTVE, Antena 3, Telemadrid, CNN, La cuatro, o Tele 5. Cualquier medio presenta el problema de esta manera: salvo retoques, los responsables son las víctimas. Es decir, el pueblo de Oaxaca y su asamblea: la APPO. Como ejemplo, sirva el editorial de El País del domingo 29 de octubre.
El editorialista se despacha a gusto, manifestando que ya era hora que las fuerzas de orden público intervinieran ante tanta dejación. Eso sí, no pierde ocasión de echar un rapapolvo al presidente Fox por no haber apoyado con prontitud al gobernador Ulises Ruiz a pesar de su torpeza. Esto es lo que escribe: "El presidente saliente Fox, en una actitud de dejación ejemplar alimentada por su temor a ser recordado como represor, ha dejado pudrirse la crisis, alegando hasta ayer su respeto por la hace meses desaparecida jurisdicción local".
¿Qué debe pensar un español que lee semejante afirmación y apenas sabe dónde esta ubicado Oaxaca? En un alarde de buen lector, toma aliento, deja volar su imaginación y construye el escenario. Visualiza un territorio sin ley, con muertos en las calles, en una ciudad colonial sin orden sitiada por energúmenos. No hay salida. Es necesario revertir la situación. De lo contrario se avecina una insurrección. La ingobernabilidad no puede continuar. Los subversivos y la violencia se han adueñado de las calles. La paz debe reinstaurarse y hay que detener y castigar a los responsables. Alguien debe asumir la culpa de haber dejado a los niños sin escuela, a los empresarios sin sus ganancias, a los bancos sin sus transacciones, a los turistas sin sus visitas guiadas, a los beatos sin sus misas, a las putas sin la prostitución, a los vendedores de favores sin vender su dignidad, a los políticos de feria sin inauguraciones. Se hace necesario acudir a la fuerza. Así, el editorialista nos lleva por el camino deseado. Nos pone en bandeja cómo pensar. La conclusión es evidente y se tiñe de sangre: "Cuatro muertos a balazos en una noche, entre ellos un periodista estadunidense, han hecho finalmente irrumpir la realidad de Oaxaca en los corredores del poder. Más vale tarde que nunca. Bienvenidas las fuerzas federales si su presencia sirve para zanjar urgente y civilizadamente una crisis que jamás debió alcanzar sus dimensiones actuales".
Respiro tranquilo. Me siento mejor. Todo parece volver a la normalidad. Las fuerzas federales han actuado. Las noticias subsiguientes son tranquilizadoras. Ya no hay problemas en Oaxaca. Los insubordinados pierden fuerza y se van diluyendo mientras el orden se restablece. Gracias a la firme decisión del gobierno federal, las autoridades recuperan el mando de la ciudad. Hay detenidos por alteración de la paz ciudadana. Al día de hoy, sólo los defensores de los derechos humanos reclaman su violación. Es la estrategia de siempre. Se trata de cuestionar el buen hacer de las fuerzas policiales federales. Unos mentirosos y antisistémicos. Para el mundo oficial no existe otra realidad ni hay otra explicación. Contra las barricadas: tanquetas, balas y fuerza policial. Los subversivos no entienden otro lenguaje.
Pocos hablan de las causas del conflicto. Del significado de la huelga del SNTE y su sección 22. De su gestación, la emergencia de la APPO y la protesta popular. De la total falta de sensibilidad política para dar solución a los problemas. De la corrupción de un gobernador y la complicidad del PAN en su mantenimiento para sacar rédito político en la siguiente legislatura. Del uso y abuso de la fuerza enviando provocadores y pistoleros para romper el movimiento popular. De la mentira como arma política y del asesinato como mecanismo para justificar la intervención militar, encubierta bajo la policía federal. Lamentablemente, en el primer mundo, gracias a la información internacional, un sector importante de la población, ya se formó su opinión: los culpables del conflicto son sus víctimas. Por favor encarcelarlos a todos. Al igual que no hubo fraude electoral, tampoco hay problemas con el gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca. ¡Orden y progreso!
Oaxaca: culpables, las víctimas
Conforta sentirse gobernado por dirigentes responsables. Vivir en un mundo donde todo parece estar en orden. Es un desasosiego para el espíritu. La certidumbre suscita un placer difícil de explicar. Todo está controlado, nada se escapa al sistema y la vida se desarrolla sin sobresaltos. Más aún cuando las noticias que recibo, en este mi primer mundo de residencia, me alertan de los malos tiempos que corren en países aferrados a un pasado bronco y sus actores forman parte de un complot para retrasar la llegada de la globalización. El encabezado comienza ubicando el problema Oaxaca, México. Así, nos enteramos, es la periferia. Aunque ya estamos acostumbrados. En ese país, dicen los gachupines, hace tiempo suceden cosas extrañas. Izquierdistas, populistas, insurgentes, indios, zapatistas, los de abajo, ahora unos maestros se han tomado esa ciudad. Unos violentos han decidido romper con las buenas maneras de hacer política. Contra ellos, no se puede ni debe tener contemplaciones. Ya se fue indulgente, han transcurrido cinco meses, la paciencia tiene un límite. Es necesario actuar, anticiparnos a otra desgracia mayor. La ética de la responsabilidad obliga a tomar decisiones en nombre de la razón de Estado y la ingobernabilidad. Ser complaciente es de papanatas. Alguien debe pagar haber puesto en peligro la vida de tantos ciudadanos honrados que viven angustiados en una ciudad sin ley. El poder debe tomar conciencia y no dejar para mañana los deberes. El nuevo presidente debe encontrarse con un país en calma. ¿Se refieren a Felipe Calderón?
El mensaje enternece, cala hasta los huesos y cabe solidarizarme con quienes padecen el caos. Malditos sean los otros, los hacedores de tanto oprobio. Los maestros y sus aliados, los pueblos indios, los estudiantes, las amas de casa, los pobres y explotados. Son unos terroristas, se han tomado la ciudad e instaurado un poder popular vandálico. Gentes que han roto la estabilidad del buen gobierno del Estado ejercido democráticamente por el PRI en la figura de don Ulises Ruiz, un hombre controvertido, pero apegado a la legalidad. No crean que me he vuelto loco. Ese es el contenido de las noticias que emanan los medios de comunicación social en Madrid. Quien consuma la prensa escrita, escuche la radio y vea la televisión pública o privada se forma esa imagen. Es indiferente si se trata de la cadena de emisoras del episcopado la COPE, del grupo Prisa la SER, del periódico El Mundo, La Razón, el ABC o El País. También RTVE, Antena 3, Telemadrid, CNN, La cuatro, o Tele 5. Cualquier medio presenta el problema de esta manera: salvo retoques, los responsables son las víctimas. Es decir, el pueblo de Oaxaca y su asamblea: la APPO. Como ejemplo, sirva el editorial de El País del domingo 29 de octubre.
El editorialista se despacha a gusto, manifestando que ya era hora que las fuerzas de orden público intervinieran ante tanta dejación. Eso sí, no pierde ocasión de echar un rapapolvo al presidente Fox por no haber apoyado con prontitud al gobernador Ulises Ruiz a pesar de su torpeza. Esto es lo que escribe: "El presidente saliente Fox, en una actitud de dejación ejemplar alimentada por su temor a ser recordado como represor, ha dejado pudrirse la crisis, alegando hasta ayer su respeto por la hace meses desaparecida jurisdicción local".
¿Qué debe pensar un español que lee semejante afirmación y apenas sabe dónde esta ubicado Oaxaca? En un alarde de buen lector, toma aliento, deja volar su imaginación y construye el escenario. Visualiza un territorio sin ley, con muertos en las calles, en una ciudad colonial sin orden sitiada por energúmenos. No hay salida. Es necesario revertir la situación. De lo contrario se avecina una insurrección. La ingobernabilidad no puede continuar. Los subversivos y la violencia se han adueñado de las calles. La paz debe reinstaurarse y hay que detener y castigar a los responsables. Alguien debe asumir la culpa de haber dejado a los niños sin escuela, a los empresarios sin sus ganancias, a los bancos sin sus transacciones, a los turistas sin sus visitas guiadas, a los beatos sin sus misas, a las putas sin la prostitución, a los vendedores de favores sin vender su dignidad, a los políticos de feria sin inauguraciones. Se hace necesario acudir a la fuerza. Así, el editorialista nos lleva por el camino deseado. Nos pone en bandeja cómo pensar. La conclusión es evidente y se tiñe de sangre: "Cuatro muertos a balazos en una noche, entre ellos un periodista estadunidense, han hecho finalmente irrumpir la realidad de Oaxaca en los corredores del poder. Más vale tarde que nunca. Bienvenidas las fuerzas federales si su presencia sirve para zanjar urgente y civilizadamente una crisis que jamás debió alcanzar sus dimensiones actuales".
Respiro tranquilo. Me siento mejor. Todo parece volver a la normalidad. Las fuerzas federales han actuado. Las noticias subsiguientes son tranquilizadoras. Ya no hay problemas en Oaxaca. Los insubordinados pierden fuerza y se van diluyendo mientras el orden se restablece. Gracias a la firme decisión del gobierno federal, las autoridades recuperan el mando de la ciudad. Hay detenidos por alteración de la paz ciudadana. Al día de hoy, sólo los defensores de los derechos humanos reclaman su violación. Es la estrategia de siempre. Se trata de cuestionar el buen hacer de las fuerzas policiales federales. Unos mentirosos y antisistémicos. Para el mundo oficial no existe otra realidad ni hay otra explicación. Contra las barricadas: tanquetas, balas y fuerza policial. Los subversivos no entienden otro lenguaje.
Pocos hablan de las causas del conflicto. Del significado de la huelga del SNTE y su sección 22. De su gestación, la emergencia de la APPO y la protesta popular. De la total falta de sensibilidad política para dar solución a los problemas. De la corrupción de un gobernador y la complicidad del PAN en su mantenimiento para sacar rédito político en la siguiente legislatura. Del uso y abuso de la fuerza enviando provocadores y pistoleros para romper el movimiento popular. De la mentira como arma política y del asesinato como mecanismo para justificar la intervención militar, encubierta bajo la policía federal. Lamentablemente, en el primer mundo, gracias a la información internacional, un sector importante de la población, ya se formó su opinión: los culpables del conflicto son sus víctimas. Por favor encarcelarlos a todos. Al igual que no hubo fraude electoral, tampoco hay problemas con el gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca. ¡Orden y progreso!
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