El capellán Von Wernich, sentenciado por delitos de lesa humanidad durante el “genocidio”
Cadena perpetua a sacerdote cómplice de la dictadura argentina
Júbilo de las Madres de Plaza de Mayo en el tribunal; cientos de personas celebran en las calles
Antes del fallo, el religioso leyó salmos y habló de la necesidad del perdón, sin inmutarse
Buenos Aires, 9 de octubre. Christian Federico Von Wernich, el sacerdote y ex capellán de la policía de la provincia de Buenos Aires, el mismo que recorrió los centros clandestinos de detención para instar a hablar a los detenidos-desaparecidos, que presenció y participó en torturas y ejecuciones durante la pasada dictadura militar, fue condenado hoy a la pena de reclusión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua por un tribunal federal que destacó que se trató de “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar en Argentina entre los años 1976 y 1983”.
Cientos de personas celebraron en las calles, olvidando la lluvia pertinaz que caía esta noche cuando conocieron la sentencia a través de una pantalla gigante y la emoción, apenas contenida, estalló en la sala del Tribunal Federal Uno de La Plata, provincia de Buenos Aires, cuando el juez Carlos Rozanski leyó la sentencia que apenas pudo terminar.
Los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo presentes se agitaron en el aire en la marea de aquellos sobrevivientes y familiares de los desaparecidos y ejecutados.
Esta condena es otro hecho histórico en el país y especialmente porque habla nuevamente de un genocidio que se produjo entre 1976 y 1983 en Argentina, una figura jurídica que queda instalada como jurisprudencia, al repetirse por segunda vez, después de la condena a prisión perpetua el año pasado del ex comisario Miguel Etchecolatz.
“En este castigo al sacerdote se hace justicia con una Iglesia que estuvo comprometida con todo esto y que ni siquiera luchó por la cantidad de religiosos asesinados y desaparecidos. Jamás esta Iglesia reconoció este horror y eso traiciona al pueblo cristiano”, dijo Tati Almeida, de Madres Fundadoras de Plaza de Mayo.
El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Luis Eduardo Duhalde, sostuvo que se trata de “un fallo histórico ajustado a derecho, que hace justicia ante los crímenes de lesa humanidad”.
Poco antes, el sacerdote, sin el mínimo signo de arrepentimiento, se burló el dolor de las víctimas al llamar a la paz y la reconciliación “en el nombre de Dios”, leyó salmos y habló de la necesidad de un perdón que nunca pidió. Habló de testigos falsos, “demonios” que, dijo, quitan la paz y evitan la reconciliación. También pareció señalar como “pecadores” a sus acusadores y víctimas.
El cardenal Jorge Bergoglio y dos prelados más, en un breve comunicado de la Conferencia Episcopal, se declararon “conmovidos” porque uno de sus hombres haya sido acusado por estos delitos, y mencionaron la necesidad de reconciliación sin odio, pero no hicieron referencia a los gravísimos hechos que se le inculpan al sacerdote.
Para analistas fue un comunicado excesivamente tibio, que no mencionó a los más de cien religiosos, entre ellos los obispos Enrique Angelelli y Carlos Ponce de León, o las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.
Parecía increíble la frialdad del sacerdote diciendo un sermón como en un acto religioso, detrás de un vidrio blindado –como estuvo cada vez que se presentó ante el tribunal– llevando un chaleco antibalas, sin inmutarse en ningún momento.
Este era uno de los juicios orales más esperados de la historia y que transcurrió, durante casi tres meses. Se trata del primer sacerdote juzgado, en este caso, por siete homicidios, 32 casos de tortura y 42 de privacionó ilegítima de la libertad durante la pasada dictadura.
Además, es el tercer juicio que termina con condena después de la anulación definitiva de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que desde 1986-87 habían instalado la impunidad en el país.
En el juicio dieron su testimonio los familiares a los que se pidió dinero para salvar a los suyos –en el caso de siete jóvenes ex montoneros detenidos– y la supuesta salida al exilio, que en realidad fue un traslado en la noche para ejecutarlos. En ese crimen estuvo presente Von Wernich, cuya sotana quedó manchada por la sangre de un joven que se dio cuenta que viajaban hacia la muerte y se resistió.
El juicio a Von Wernich mostró también que ni la desaparición el año pasado del testigo clave en el juicio contra Etchecolatz, el obrero Julio López, ni las amenazas lograron amedrentar a más de un centenar de testigos que no dudaron en revivir su historia y el infierno vivido, para señalar al culpable.
Los familiares del llamado “grupo de los siete” jóvenes asesinados: María del Carmen Morettini, Domingo Moncalvillo, Cecilia Idiart, María Magdalena y Pablo Mainer, Liliana Galarza y Nilda Susana Salomone, lloraron hoy y se abrazaron en una de las escenas más conmovedoras al reconocer que creían que nunca iba a llegar esta justicia que tardó 30 años.
Von Wernich también fue condenado como partícipe necesario de la privación ilegal de la libertad y coautor de tormentos agravados, que sufrieron los sobrevivientes, entre ellos el ex director del diario La Opinión Jacobo Timmerman (ya fallecido), Rafael Perrota, el ex secretario de prensa del gobierno de Isabel Perón, el periodista Osvaldo Papaleo y otra serie de funcionarios, periodistas y abogados que declararon como víctimas en este juicio.
Para los familiares que destacaron la actitud de varios sacerdotes que declararon contra Von Wernich, entre ellos el obispo Miguel Hesaynes, la verdadera Iglesia de Cristo estaba hoy en esas calles, donde se festejaba la justicia o “en las casas de los familiares y de los que fueron víctimas, donde hoy se dormirá quizá por primera vez aunque sabemos que aún falta mucho y que debemos encontrar a nuestros desaparecidos y saber toda la verdad. Esta noche es para ellos, para los que no están, pero siguen inspirándonos para lograr justicia” dijeron los familiares.
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