miércoles, octubre 10

El guerrillero sigue cabalgando en Bolivia.

La majestuosa sierra donde el guerrillero libró sus últimas batallas, impregna un ánimo solemne y nostálgico en los peregrinos revolucionarios que siguen su rastro hasta La Higuera, el apartado rincón en el sureste de Bolivia donde fue hecho prisionero el 8 de octubre de 1967. La última foto del Che vivo es aquella tomada por un agente de la CIA en la que se le ve junto a uno de sus captores, Félix Rodríguez, también agente de la agencia de espionaje estadunidense, quien años antes había participado en la invasión a Bahía de Cochinos y posteriormente en el interrogatorio y ejecución de Guevara.

La Higuera del Che es ahora el nombre legal de la paupérrima, pero mundialmente famosa comunidad donde está la escuela en que estuvo prisionero el Che, y donde fue sumariamente ejecutado el 9 de octubre de 1967. En su honor, en el poblado se levantó un enorme busto junto a una cruz.

Para llegar a La Higuera hay que viajar primero a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, la segunda más importante de Bolivia después de La Paz. A 240 kilómetros de Santa Cruz está Vallegrande, y de ahí a La Higuera corre, bordeando montañas y precipicios, un camino de 60 kilómetros de terracería.

En Vallegrande están los lavaderos donde Freddy Alborta tomó las célebres fotografías, imágenes imborrables del guerrillero muerto, tendido sobre una camilla con los ojos abiertos y el cuerpo desmadejado. Los lavaderos son hoy un santuario. Los muros que los rodean están tapizados de cientos de inscripciones: consignas, fragmentos de canciones, saludos, sentencias que dejan los peregrinos de la revolución que visitan el lugar.

También en Vallegrande se ha erigido un mausoleo en el predio donde sus restos permanecieron ocultos por más de 30 años, antes de ser localizados e identificados por un equipo de antropólogos forenses, en 1997. Clasificada por los especialistas como la osamenta número 2, los restos del Che fueron trasladados a Santa Clara, Cuba, ese mismo año.

En estos lares Ernesto Guevara recibe dos tipos de culto: el de los pobladores de la región, que lo ven más como un santo milagroso que como un personaje histórico; y la de quienes comparten su ideario político y lo ven como símbolo de lucha contra la opresión.

A fin de cuentas, son dos Che Guevara, uno real y otro de leyenda, los que se pasean de la mano por Bolivia. Ambos son verdaderos. Viven, inseparables, en el recuerdo, en las palabras, en la invención de propios y extraños: de las aportaciones de todos está hecho el mito y sus enigmas.

Busto
Busto del Che en La Higuera, donde es venerado como un santo por los lugareños y donde peregrinos revolucionarios de todo el mundo acuden a rendirle tributo.

Texto y Foto: Arturo García Hernández

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