Buenos Aires, 27 de octubre. Unos 27 millones de ciudadanos están convocados a las urnas este domingo en la sexta elección presidencial en Argentina desde que terminó la dictadura, en 1983, pero a diferencia de los más recientes comicios –celebrados en 2003, cuando el país estaba en una profunda crisis económica y la población pedía “que se vayan todos”– los argentinos parecen ahora encaminados a ratificar el programa de gobierno de Néstor Kirchner, que culmina su mandato con un crecimiento económico sostenido de 8 por ciento.
Salvo que la candidata por la opositora Coalición Cívica, Elisa Carrió, o el economista Roberto Lavagna, por la alianza Una Nación Avanzada, superen los pronósticos establecidos en las encuestas de opinión sobre preferencias electorales, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, aspirante por el Frente para la Victoria, podría convertirse este domingo, con entre 42 y 48 por ciento de los votos, en la primera mujer elegida para llegar a la presidencia de este país de 39 millones de habitantes.
Esta jornada electoral también servirá para elegir vicepresidente, 130 de los 257 diputados federales, 24 de los 72 senadores, ocho gobernadores provinciales –incluido Buenos Aires, con 10 millones de electores– y legisladores locales.
En las boletas aparecen 14 fórmulas electorales para presidente y vicepresidente, pero la mayoría con posibilidades nulas de provocar una segunda vuelta electoral, que de acuerdo con la ley sólo sería convocada si el primer lugar no gana con 45 por ciento de los sufragios o con 40 por ciento y una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el más cercanos contendiente.
Más de 45 mil 500 ciudadanos podrán votar en consulados en el exterior y, como ha sucedido históricamente, los ojos de los argentinos estarán puestos en el mayor distrito electoral de la nación, la provincia de Buenos Aires, donde se congrega 38.1 por ciento del total de los votos en el país.
La fragmentación de los partidos y la participación de sectores de los mismos en las distintas fórmulas restó emoción a los actos de campaña, donde incluso se produjo el encuentro de militantes de una u otra línea política con sus otrora enemigos partidarios. En las fuerzas que apoyan a los tres candidatos más fuertes confluyen radicales, justicialistas y socialistas.
La fragmentación, al mismo tiempo que la confluencia de retazos en coaliciones no habituales, son característica predominantes en todas las fuerzas que dominaban el voto durante la segunda mitad del siglo XX. En poco más de un lustro han desaparecido de la escena actores que parecían inamovibles, como (los ex presidentes) Carlos Menem, Raúl Alfonsín y otros.
“La demanda de las cacerolas de hace seis años para que ‘se vayan todos’ tuvo sus efectos y los seguirá teniendo, porque hoy nadie tiene los votos atados”, señaló el analista José María Pasquini Durán. “Por eso ningún candidato o liderazgo tiene el futuro comprado, lo que indica un cuadro auspicioso en una república democrática: la última palabra la tienen los ciudadanos”.
En las últimas horas se supo que la justicia electoral se enfrentó a la falta de autoridades de mesa, ya que los convocados desistieron de hacerlo en una cantidad que llega a 92 por ciento. Para cubrir las ausencias se decidió citar a voluntarios y empleados públicos.
En estos comicios, además de la candidata oficial y de Elisa Carrió, hay otra mujer, la ex diputada Vilma Ripoll, que disputa la presidencia argentina desde el izquierdista Movimiento Socialista de los Trabajadores, acompañada en su fórmula por el actor Héctor Bidonde.
Según algunos analistas, los resultados definirán nuevos reacomodos. Pero de hecho, como señala el grupo de análisis Viejos y Nuevos Tiempos, en estos comicios las expectativas son muy distintas a las de 2003, “cuando había una carrera desesperada por salir del pozo; ahora se trata de avanzar y producir cambios sobre algo que ya está andando”.
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