De Tonantzin para el Vaticano
Fco. Javier Chaín Revuelta
Siguiendo con la conferencia impartida en agosto de 2006 por Félix Baéz Jorge en el XVI Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Antropológicas (CONECA) en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la nota señala la exhortación apostólica postsinodal que Juan Pablo II hace en Eclesia in América (México,1999) a los presbíteros y diáconos, a los consagrados y consagradas, y a todos los fieles laicos; en ella, el papa da importancia a la Virgen de Guadalupe observando que la aparición “al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva en la evangelización más allá de los confines de la nación mexicana”
Al considerar que Santa Maria de Guadalupe es “un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada” Juan Pablo II la invocó como “Patrona de toda América y Estrella de la primera y de la nueva Evangelización”. Baéz afirma que el acento pontifical en la epifanía del Tepeyac alentó la formulación de planteamientos evangélicos a favor de una “teología india” –o “método guadalupano”-articulada al mito aparicionista que tiene en Juan Diego a uno de sus personajes centrales.
En su magisterio el conferencista Félix opone una ideología diferente a través del teólogo brasileño Leonardo Boff, quien ve en el acontecimiento Guadalupano “un método liberador que articula todos los elementos internos y externos de la aparición”, marcado por un mensaje mariano fundamental: el desplazamiento de la evangelización del “centro a la periferia”, es decir, concretamente que “No se trata ya de la evangelización institucional desde el poder, desde una instancia superior a los indios y dirigida a estos, sino de una evangelización desde los pobres y abierta a todos”
Leonardo Boff apunta también –provocando malestar en el Vaticano y en los dogmáticos apostólicos romanos- que en la epifanía del Tepeyac “María se adapta perfectamente al mundo cultural azteca; no habla español sino náhuatl; emplea el lenguaje teológico de los aztecas. Se expresa mediante los símbolos y los colores significativos de la cultura indígena (el ropaje, el sol, la luna, las estrellas, los ángeles) No se presenta como española, sino como mestiza. Boff advierte que la Iglesia “Sólo pudo ver el carácter maravilloso del hecho, no la forma como se produjo; es decir, el significado pedagógico y evangelizador del acontecimiento”. En síntesis, Boff privilegia el diálogo frente a la “inculturación”.
Aunque el conferencista no abunde, esta nota debe señalar que a la inserción de la fe en una determinada cultura, es a lo que se llama “inculturación”. Trata fundamentalmente de que la fe eche raíces en la cultura del pueblo. Es una mala práctica colonialista y abusiva que no ha rendido frutos ni al reino de los vivos ni al reino de los cielos. Leonardo Boff lo señala muy bien, en lugar de que la fe eche raíces en el pueblo, en lugar que el mensaje vaya del palacio Vaticano a las chozas y pesebres, es la Iglesia y sus privilegios los que deben escuchar las culturas de los pueblos y sembrar las semillas indias; es la Iglesia la que debe escuchar el modelo indio de Santa María Tonantzin. El pensamiento de Juan Pablo II sobre los indígenas, señala Baéz, registra diversos planos retóricos en torno a la nueva evangelización, pero se advierte en él una contradicción central: “por una parte establece el respeto y estima hacia las culturas autóctonas, y en otro sentido expresa la necesidad de su adecuación –por la vía de la “inculturación- a la estructura y al mensaje eclesial. Semejante postura “caracteriza las ideologías indigenistas que son severamente cuestionadas por las dirigencias indígenas y la antropología crítica” fjchaín@hotmail.com
Fco. Javier Chaín Revuelta
Siguiendo con la conferencia impartida en agosto de 2006 por Félix Baéz Jorge en el XVI Congreso Nacional de Estudiantes de Ciencias Antropológicas (CONECA) en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la nota señala la exhortación apostólica postsinodal que Juan Pablo II hace en Eclesia in América (México,1999) a los presbíteros y diáconos, a los consagrados y consagradas, y a todos los fieles laicos; en ella, el papa da importancia a la Virgen de Guadalupe observando que la aparición “al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva en la evangelización más allá de los confines de la nación mexicana”
Al considerar que Santa Maria de Guadalupe es “un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada” Juan Pablo II la invocó como “Patrona de toda América y Estrella de la primera y de la nueva Evangelización”. Baéz afirma que el acento pontifical en la epifanía del Tepeyac alentó la formulación de planteamientos evangélicos a favor de una “teología india” –o “método guadalupano”-articulada al mito aparicionista que tiene en Juan Diego a uno de sus personajes centrales.
En su magisterio el conferencista Félix opone una ideología diferente a través del teólogo brasileño Leonardo Boff, quien ve en el acontecimiento Guadalupano “un método liberador que articula todos los elementos internos y externos de la aparición”, marcado por un mensaje mariano fundamental: el desplazamiento de la evangelización del “centro a la periferia”, es decir, concretamente que “No se trata ya de la evangelización institucional desde el poder, desde una instancia superior a los indios y dirigida a estos, sino de una evangelización desde los pobres y abierta a todos”
Leonardo Boff apunta también –provocando malestar en el Vaticano y en los dogmáticos apostólicos romanos- que en la epifanía del Tepeyac “María se adapta perfectamente al mundo cultural azteca; no habla español sino náhuatl; emplea el lenguaje teológico de los aztecas. Se expresa mediante los símbolos y los colores significativos de la cultura indígena (el ropaje, el sol, la luna, las estrellas, los ángeles) No se presenta como española, sino como mestiza. Boff advierte que la Iglesia “Sólo pudo ver el carácter maravilloso del hecho, no la forma como se produjo; es decir, el significado pedagógico y evangelizador del acontecimiento”. En síntesis, Boff privilegia el diálogo frente a la “inculturación”.
Aunque el conferencista no abunde, esta nota debe señalar que a la inserción de la fe en una determinada cultura, es a lo que se llama “inculturación”. Trata fundamentalmente de que la fe eche raíces en la cultura del pueblo. Es una mala práctica colonialista y abusiva que no ha rendido frutos ni al reino de los vivos ni al reino de los cielos. Leonardo Boff lo señala muy bien, en lugar de que la fe eche raíces en el pueblo, en lugar que el mensaje vaya del palacio Vaticano a las chozas y pesebres, es la Iglesia y sus privilegios los que deben escuchar las culturas de los pueblos y sembrar las semillas indias; es la Iglesia la que debe escuchar el modelo indio de Santa María Tonantzin. El pensamiento de Juan Pablo II sobre los indígenas, señala Baéz, registra diversos planos retóricos en torno a la nueva evangelización, pero se advierte en él una contradicción central: “por una parte establece el respeto y estima hacia las culturas autóctonas, y en otro sentido expresa la necesidad de su adecuación –por la vía de la “inculturación- a la estructura y al mensaje eclesial. Semejante postura “caracteriza las ideologías indigenistas que son severamente cuestionadas por las dirigencias indígenas y la antropología crítica” fjchaín@hotmail.com
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