Es el chipi, chipi...
Fco. Javier Chain Revuelta
Leift Korsbaek tradujo, revisaron Marcela Barrios y César Huerta, el libro de Edward Burnett Tylor “Anahuac, or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern” (Londres, 1861, Editorial Logman, Longman, Longman & Greene´s). La obra de Burnett se considera especie de etnografía de tiempo libre. El capítulo dos describe la llegada de Tylor a Veracruz, su viaje a través del paisaje veracruzano rumbo a la ciudad de México en 1856. La nota se otorga permiso para transcribir unas cuantas de sus palabras.
“Nuestro camino serpentea a través de los valles, paso tras paso, y de vez en cuando un tramo en zigzag nos lleva afuera de un valle para subir a un nivel más alto. El aire se vuelve más frío, el clima cambia rápidamente, y la tarde nos encuentra en la región de caña de azúcar y café. Pasamos al lado de inmensos campos de caña de azúcar, protegidos contra la incursión de campesinos y arrieros que pasan por allí por un denso cerco de espinosos arbustos de café. La caña es joven todavía, pero el arbusto de café, con sus flores blancas y brillantes, que parecen pequeñas estrellas, conforma un hermoso rasgo en el paisaje.”
“A la puesta del sol entramos matraqueando por las calles del pequeño pueblo de Córdova. Hay un ambiente tan cabalmente español en la plaza que podría bien ser un suburbio de la real Córdoba, si no fuera por los grupos de indígenas cobrizos en sus escasas ropas de algodón y sombreros con alas grandes, y la vestimenta de la gente blanca. Casas bajas encaladas con ventanas grandes que dan a la calle protegidas por rejas pesadas de hierro, como jaulas, que les son tan familiares a los viajeros por el sur de Europa. Dentro de las rejas están las mujeres de la familia, fuera quedan paradas sus amistades masculinas, y el tiempo es dedicado al chisme. La pequeña lámpara humeante adentro nos permite una vista completa del interior. Cuatro paredes blancas, una mesa, una pocas sillas con respaldo duro, una virgen o un santo con pintura y oropel, dos o tres grabados en color: rojo, azul y amarillo.”
“Unas pocas horas en oscuridad y alcanzamos Orizaba. Hoy por última vez hemos cambiado de clima y hemos alcanzado una región donde florece el tabaco a una altitud de 4,000 pies sobre el nivel del mar. Pero no vemos nada de eso, pues arrancamos en la madrugada, antes de la luz del día, y cuando ya es posible discernir los objetos externos otra vez nos encontramos en una nueva región. Un valle pisado con ricas tierras aluviales que han bajado de las montañas que se elevan empinadamente a ambos lados, con sus cúspides cubiertas con nubes, señales de una maravillosa fertilidad en los campos de maíz y centeno a lo largo de la carretera.”
“El aire es caliente pero lleno de niebla que ya ha logrado penetrar nuestra ropa que se pone húmeda y pegajosa. “Esa es una tierra espléndida, señor”, nos comentó un viejo mexicano después de voltearse en el asiento para inspeccionarnos esmeradamente. “Así parece”, dije, “juzgando por la vista de los campos, pero es incómodamente húmedo ahora mismo”. “Ahora mismo”, dice el señor, haciendo eco de mis palabras, “siempre es húmedo aquí. Usted ve aquella neblina lluviosa. Es el chipi, chipi”, “Nunca he escuchado el chipi chipi”. “Pues es la riqueza y bendición del país. A veces no vemos el sol aquí durante semanas, y llueve un poco cada día. Pero, mira a aquellos campos, les sacamos tres cosechas cada año,...” fjchain@hotmail.com
Fco. Javier Chain Revuelta
Leift Korsbaek tradujo, revisaron Marcela Barrios y César Huerta, el libro de Edward Burnett Tylor “Anahuac, or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern” (Londres, 1861, Editorial Logman, Longman, Longman & Greene´s). La obra de Burnett se considera especie de etnografía de tiempo libre. El capítulo dos describe la llegada de Tylor a Veracruz, su viaje a través del paisaje veracruzano rumbo a la ciudad de México en 1856. La nota se otorga permiso para transcribir unas cuantas de sus palabras.
“Nuestro camino serpentea a través de los valles, paso tras paso, y de vez en cuando un tramo en zigzag nos lleva afuera de un valle para subir a un nivel más alto. El aire se vuelve más frío, el clima cambia rápidamente, y la tarde nos encuentra en la región de caña de azúcar y café. Pasamos al lado de inmensos campos de caña de azúcar, protegidos contra la incursión de campesinos y arrieros que pasan por allí por un denso cerco de espinosos arbustos de café. La caña es joven todavía, pero el arbusto de café, con sus flores blancas y brillantes, que parecen pequeñas estrellas, conforma un hermoso rasgo en el paisaje.”
“A la puesta del sol entramos matraqueando por las calles del pequeño pueblo de Córdova. Hay un ambiente tan cabalmente español en la plaza que podría bien ser un suburbio de la real Córdoba, si no fuera por los grupos de indígenas cobrizos en sus escasas ropas de algodón y sombreros con alas grandes, y la vestimenta de la gente blanca. Casas bajas encaladas con ventanas grandes que dan a la calle protegidas por rejas pesadas de hierro, como jaulas, que les son tan familiares a los viajeros por el sur de Europa. Dentro de las rejas están las mujeres de la familia, fuera quedan paradas sus amistades masculinas, y el tiempo es dedicado al chisme. La pequeña lámpara humeante adentro nos permite una vista completa del interior. Cuatro paredes blancas, una mesa, una pocas sillas con respaldo duro, una virgen o un santo con pintura y oropel, dos o tres grabados en color: rojo, azul y amarillo.”
“Unas pocas horas en oscuridad y alcanzamos Orizaba. Hoy por última vez hemos cambiado de clima y hemos alcanzado una región donde florece el tabaco a una altitud de 4,000 pies sobre el nivel del mar. Pero no vemos nada de eso, pues arrancamos en la madrugada, antes de la luz del día, y cuando ya es posible discernir los objetos externos otra vez nos encontramos en una nueva región. Un valle pisado con ricas tierras aluviales que han bajado de las montañas que se elevan empinadamente a ambos lados, con sus cúspides cubiertas con nubes, señales de una maravillosa fertilidad en los campos de maíz y centeno a lo largo de la carretera.”
“El aire es caliente pero lleno de niebla que ya ha logrado penetrar nuestra ropa que se pone húmeda y pegajosa. “Esa es una tierra espléndida, señor”, nos comentó un viejo mexicano después de voltearse en el asiento para inspeccionarnos esmeradamente. “Así parece”, dije, “juzgando por la vista de los campos, pero es incómodamente húmedo ahora mismo”. “Ahora mismo”, dice el señor, haciendo eco de mis palabras, “siempre es húmedo aquí. Usted ve aquella neblina lluviosa. Es el chipi, chipi”, “Nunca he escuchado el chipi chipi”. “Pues es la riqueza y bendición del país. A veces no vemos el sol aquí durante semanas, y llueve un poco cada día. Pero, mira a aquellos campos, les sacamos tres cosechas cada año,...” fjchain@hotmail.com
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